Full text: La Torre de Nesle

  
  
  
  
   
Pude resistirme a una petición hecha e 
pensa. De modo que no solamenté me 
quedé, sino que al oir la palabra tesoro, 
me apresuré a cerrar bien la puerta, para 
que ningún importuno pudiese venir a 
impedirme hacer a aquella pobre mori- 
bunda el favor que me pedía. 
—Siempre has tenido muy buen cora- 
zón y mucha delicadeza-—dijo Bigorne. 
—¿Qué quieres?; soy así, y no lo puedo 
remediar. Yo no hubiese tenido valor 
para tirar a un niño al río. No digo esto 
por echártelo en cara. En fin: verás en 
lo que consistía el favor que solicitaba 
Margentina. Se trataba de ir a París, a la 
Universidad (me dijo el nombre de la ca- 
lle y el de la casa), de buscar al joven 
llamado Juan y de comunicarle ciertas 
particularidades. Porque Juan, enamora- 
do de las aventuras, de la vida de Paris y 
del estudio, se había marchado, según pa- 
rece, a fin de entrar como estudiante en 
uno de esos infames colegios que rodean 
la escuela del maestro Sorbón. Por el tra- 
bajo que yo había de tomarme, Margen- 
tina me daba seis escudos de oro. El resto 
de su tesoro consistía en otros veinte escu- 
dos, también en oro, y una cadena de pla.- 
ta, de la cual pendía un medallón que con- 
tenía pelo de mujer. Cogí todo aquello, y 
juré, por mi salvación, entregar fielmen- 
tea Juan los veinte escudos de oro y la 
cadenita de plata. ¡Desgraciadamente, el 
medallón tenía un diamante tan hermoso! 
Bigorne crispó las manos, y sus labios 
'"palidecieron. 
Bigorne era ó había sido un truhán; 
pero el cinismo cauteloso de Malingre le 
sublevaba. , 
—Veamos— dijo con áspera voz—; 
veamos las particularidades que debías 
comunicar a ese joven.... 
—¡Helas aquí! —continuó Simón Malin- 
DAT OBRE DE NESLE 
z -gre — 
tales términos, y mayor motivo «cuanto me 
que Margentina me insinuó que me daría - 
un pequeño tesoro que poseía, en recom- 
  
    
A 
Juan sabía que no era hijo de 
argentina. Pero no sabía más. Había 
adoptado el apellido del marido de Mar- 
gentina, aunque no ignoraba que aquel 
apellido no era el suyo. Ahora bien: Mar- 
gentina confiaba que revelando al joven 
todas esas particularidades, le procuraría 
honores y riquezas, haciéndole encontrar 
a sus padres, de quienes sabía que eran 
nobles y ricos. Pero, ¿por qué no había 
contado ella misma a Juan lo que me en- 
cargaba a mí contarle? Esto es lo que tú 
te preguntarás, sin duda, y esto es lo que 
yo le pregunté a ella. Me respondió que 
su conducta en aquella cuestión no deja- 
ba de merecer algunos reproches, y que 
le asustaba la idea de escuchar reproches 
de labios de Juan, con el cual había aca- 
bado por encariñarse. Paciencia Bigorne, 
voy a comunicarte esas particularidades, 
y vas a ver que precisamente son muy 
interesantes para ti..... 
—¿Para mi?..... ¿Qué tengo yo que ver 
con eso? 
—Ya verás. Y si no tuvieras nada que 
ver, ¿para qué te había yo de contar esta ' 
historia? 
-—Es verdad. Continúa. 
—Pues bien: por lo que me contó Mar- 
gentina, parece que ella sabía los nom» 
bres de los padres del joven. O más bien, 
los había adivinado por ciertas iniciales 
halladas en la ropa del niño..... 
—¡Y esos nombres! —murmuró Bigor- 
ne, jadeando. 
—¡Eso es lo que no pudo decirme! En 
el momento en que iba a revelarme el 
nombre que yo debía transmitir a Juan, 
selló la muerte sus labios. Pero había te- 
nido tiempo de contarme lo demás. Y vye- 
rás lo que me contó: ella y su marido en- 
contraron a Juanito, y como adivinaron 
quiénes eran sus padres, le conservaron 
en su poder para utilizarle como un arma, 
andando el tiempo, y sacar dinero a sus 
sstplis ¿Comprendes? 
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Torre de Nestle. --C, M.—VIT, 
A 
$ 
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