Full text: La Torre de Nesle

     
  
      
   
   
   
    
   
  
     
    
     
   
    
   
    
   
  
  
  
  
  
    
   
    
   
  
    
    
    
    
     
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—¡Señor, la hechicera se ha escapado 
del Temple! 
Luis, apaciguado por estas noticias, 
había vuelto a sentarse en su sillón. 
—Puesto que la hechicera está conde- 
hada, es preciso acelerar la ejecución. Esta 
ejecución se verificará con gran solemni- 
dad. Y para que el pueblo pueda presen- 
ciarla, tendrá lugar en la plaza de Gréve. 
Además, y para tranquilizarme com- 
pbletamente, iré esta noche al Temple. 
Valois: quiero ver a la hechicera y ha- 
blarle yo mismo... 
Valois se quedó dilados 
Ya el rey se había hadas Pasando, 
con la excesiva volubilidad de su carác- 
ter, de la inquietud a la alegría, corría 
al cuarto de la reina, para informarla de 
     
- los acuerdos adoptados en el consejo de 
Estado con el fin de conseguir su cura- 
ción. Valois y Marigny permanecieron 
un instante frente a frente, como si hu- 
biesen tenido algo que decirse. Tal vez el 
.peligro común estuviese a punto de unir- 
los. Marigny pensaba: 
—Esta noche sabrá el rey que Mirtila 
no está en el Tempe. ¡Si manda prender 
a Valois, sin darle tiempo a hablar, será 
Una solución! ¡Pues bien: es preciso que 
eso suceda! ¡Es preciso que esta noche 
quede detenido Valois, por complicidad 
con la hechicera! - 
Y Valois se decía: 
—£8í; sufriré cruelmente viendo morir 
a esa niña..... Pero, puesto que esa es la 
única manera de salvarme, forzoso es que 
Muera. Es necesario que esta misma no-. 
Che la encuentre el rey en su calabozo. 
Tengo todo el día por delante ie apo- 
derarme de ella. 
¡Hay tiempo! 
Marigny habíase dirigido,lo mismo que 
el rey, a las habitaciones de la reina. El 
conde de Valois salió del Louvre, segui- 
do, según su costumbre, de nna imponen- 
te escolta de hombres de armas, y se en- 
LA TORRE DE NESLE 
219 
caminó a su palacio, situado en la calle 
cerca de la 
puerta de San Antonio. Estepalacio,como 
la: mayor parte de las viviendas señoria- 
les de la época, era una especie de forta- 
Ancha de Santa Catalina, 
leza que, en caso de necesidad, hubiese 
podido mantener un sitio. El conde sos- 
tenía a sus expensas un 
lleros y de escuderos; Lo mismo que en 
el Louvre, había un ll en torno al pala- 
cio; los diversos pabellones estaban ro- 
deados de murallas almenadas, y en es- 
tas murallas veíanse las silt 
setas de los 
arqueros de centinela. 
Apenas entró en su palacio, el conde 
llamó a su criado de confianza. Simón 
Malingre se presentó en cuanto su amo 
pronunció su nombre. 
presente. Lo mismo de día que de noche, 
cualquiera que fuese el lugar en que se 
hallara, el conde estaba seguro de tener- 
le siempre a su disposición. 
Simón Malingre desempeñaba en el 
palacio las funciones de intendente gene- 
ral. Era odiado y temido por toda la ser- 
vidumbre, y despreciado por los hombres 
de armas; pero ni el odio ni el desprecio 
le impedían perseguir con solapada obs- 
tinación la realización de su plan, que 
era enriquecerse por todos los medios, in- 
cluso a costa de su amo, como hemos vis- 
to por su conversación con Bigorne. 
—Simón— dijo Valois—, se trata de un 
asunto de importancia; tal vez mi vida y 
mi puesto en la corte estén comprome- 
tidos. 
—Ya sabéis, monseñor, que si es pre- 
ciso huir, todo lo tenemos preparado, e 
mismo de día que de noche, 
—¡Huir! —murmuró Valois, cuyas ma- 
nos se crisparon y enyos ojos lanzaron un 
relámpago de odio—; ¡tal vez haya que 
acabar por eso! ¡Huir! ¡Ceder el puesto a 
Marigny!..... ¡Dejarle triunfante! ¡Sopor- 
tar esa postrera humillación!..... Pero, to» 
davía no está todo perdido,.... 
ejército de caba- 
Siempre estaba 
  
	        
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