Full text: La Torre de Nesle

   
   
  
  
  
tancias, Dios mío! Para atraerle a la más 
espantosa emboscada..... 
Entonces comenzaba una larga y gra- 
ta charla, en la que sólo se trataba de Bu- 
ridán. A una muchacha enamorada nun- 
ca se le acaba la conversación cuando 
se habla de aquel a quien ama. Pero rara 
vez sucede que encuentre un oyente dis- 
Puesto a escuchar pacientemente los diti- 
tambos con que celebra los méritos y las 
Virtudes del amado. En esta ocasión, por 
el contrario, la que escuchaba era más 
infatigable aún. De modo que aquella 
conversación hubiese podido durar hasta 
el amanecer. Y como, en resumen, la ma- 
dre y la novia de Buridán no hacían más 
que repetir las mil majaderías de que se 
compone la canción del amor maternal 
y la del amor virginal, reemplazaremos 
esta conversación, por interesante que 
sea, por la siguiente línea de puntos. 
CIOIA OAO A e  N 
1 línea representa un lapso de tiem- 
po de unas dos horas. 
- Al cabo de estas dos horas ya era com- 
Pletamente de noche, y Mabel se disponía 
a contar a Mirtila lo que pensaba hacer 
cuando encontrase a Buridán. 
—Una vez reunidos—decia—, huire- 
Mos los tres. Soy rica. O por lo menos 
tengo el dinero suficiente para hacer un 
largo viaje y vivir durante alg unos años 
con desahogo. Nos iremos a Borgoña; más 
lejos, si es preciso... 
—Entonces — murmuró Mirtila, pali- 
deciendo—, yo tendría que abandonar 
Para siempre a mi padre..... Me sería im- 
Posible, y el mismo Buridán no lo con- 
Sentiría..... Además..... ¡mi madre! 
¡Tu des niña! ¡La reina Marga- 
tita! ¿Cómo puedes llamar madre a esa 
Mujer, cuyo corazón abriga espantosos 
Sentimientos?..... | 
Mirtila tapó a Mabel la boca con.la 
Mano. 
—Callaos—suplicó—. Sea lo que quie- 
LA TORRE DE NESLE 
ra.Jo que haya hecho, dicho o pensado, ] 
es mi madre y..... 
En aquel momento un golpe violento 
hizo retemblar la puerta de la casa. En 
el mismo instante púsose Mabel de pie, 
Apagó el hacha y corrió a la ventana. 
—¿Quiénes son esos hombres? —mur= 
BOO ¿Y qué quieren? ¿Vienen en bus-. 
ca mía? Nadie en el mundo sabe quién se 
oculta aquí..... No tiembles, 
Esos hombres se equivocan, sin duda. 
—¡Ah! ¡Madre querida! ¡Es que una p> 
noche igual a esta penetraron en el Huer- : a 
to de las Rosas unos hombres como esos 
y me llevaron al Temple! 
Delante de la puerta de la Casa, Encan= . 
tada agrupábanse hasta quince arqueros. de 
Mabel los veía a la luz de la luna. Suco= 
razón latía violentamente. Permanecía 
asida a los barrotes de la ventana. Abajo E: 
daban fuertes golpes en la puerta. Ha- 
bían tratado de hacerla saltar. En derre= 
dor reinaba el silencio. Nadie abría una 
ventana para ver lo que pasaba. 
—Te digo que esos hombres se equivo- 
can—cuchicheó Mabel—. No es a ti a 
quien buscan. A mí, tal vez. O a otra 
cualquiera. ¡Pero a ti no! 
Y temblaba de espanto. ¡Porque había 
comprendido! Oía a los arqueros malde- 
cir a la hechicera Mirtila. ¡Y la joven 
también los oía! 
-—¡Madre! ¡Madre querida! ¡Salvadme!... 
—¡No es posible, esto es un' sueñol— 
murmuró Mabel, apartando de “su frente 
los mechones de sus cabellos grises—, 
¡Cómo! ¡Van a prender delante de mí a 
aquella que salvó a mi hijo! ¡Y la mata- 
rán! Y mi hijo..... mi hijo morirá de do- 
Loi. 
—¡Madre, querida madre! ¿ois? ¡Han 
hecho saltar la puerta! 
Mabel, medio loca, arrastró a ' Mirtila a. 
la habitáción que le servía de laborato- 
rio. 
— ¡Pronto! —susurró —. Escucha, vas a 
hija mía. 
       
  
      
  
    
   
   
     
   
    
   
   
   
     
  
    
  
  
       
    
  
   
   
   
  
   
  
  
  
  
   
   
     
   
  
  
     
   
   
    
  
  
  
  
         
	        
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