Full text: La Torre de Nesle

  
LATORRE DE NESLE 
aunque no fuese más que por algún tiem- 
Po. El caballero que acompañaba a aque- 
lla: madre, se marchó, llevándose :a la 
niña. Se marchó con la vieja que había 
Cuidado a la madre. A mil pasos de la 
tasa, el caballero dió de puñaladas a la 
vieja para que no hubiese más testigos 
del nacimiento de aquella niña que la 
Madre, el padre..... y Dios! 
La reina lanzó un gemido. 
Y el primer ministro de Luis X con- 
tinnó: E 
'—Aquel caballero era embajador del 
rey de Francia en la cortede Borgoña y 
Se llamaba Enguerrando de Marigny. La 
Joven se llamaba Margarita y era la hija 
Mayor de Hugo, cuarto duque de Bor- 
soña..... 
-— ¡Mi hija! — balbuceó Margarita—. 
¡Oh, si no tenéis un corazón de bronce, 
Me diréis lo que ha:sido de mi hija, esa, 
niña carne de mi carne, sangre de mi 
Sangre..... ¡Ah, mísera reina, mísera ma- 
dre, mísera mujer! ¿Sabes, Enguerrando, 
las lágrimas que he vertido? ¡Sí, lo sabes! 
¡Porque me he artastrado muchas veces 
4 tus pies!..... 
En aquel momento, el tapiz que ocu- 
Paba el fondo de la habitación volvió a 
agitarse ligeramente. Y si Marigny hu- 
biese levantado aquel tapiz, he aquí lo 
que hubiese visto: a 
Al pronunciar él las últimas palabras, 
Mabel había caído de rodillas. Levantó 
los brazos al cielo, y murmuró: 
—¡Madre! ¡Es madre lo mismo que 
YO!..... ¡Dios del cielo, Dios justo, Dios 
Vengador, bendito seas por los siglos de 
08 siglos; tú, que me envías la venganza 
£A el momento en que empezaba a deses- 
Perar!, . 
Margarita de Borgoña continuó: 
- T¿Sabes, Enguerrando, lo que he Jle- 
sado a ser! ¡Sí, lo sabes, maldito! ¡Por- 
Yue no desconoces ni una de mis accio- 
Res, uno de mis gestos!..... ¿Y qué sería yO 
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si tuviese a mi hija, di? ¿Qué sería yo si 
la luz de su inocente sonrisa hubiese ilú- 
minado el infierno de mi alma? 
—Es verdad, señora—dijo Marigny 
con sombría entonación—. Al negarme a 
devolveros vuestra hija....., nuestra hija, 
tal vez cometiese yo un crimen. Pero ¡qué 
quercis? ¡Tenía miedo! Yo, que no tengo 
miedo de nada, tenía miedo de vos. ¡Sa- 
biía que mientras tuvieseis ese secreto 
que arrancarme, viviría! ¡Sabía que el 
día en que ya no me'necesitarais para 
encontrar a la niña, estaba dónde! 
Por eso, señora, cometí el crimen de deja- 
ros llorar a: mis pies, Por eso, cuando mi 
corazón desfallecía, cuando sentía que se 
me iba a escapar mi secreto, como antes 
me hubiese arrancado la lengua que ha- 
blar, huía. 
- Margarita se clavába/ las uñas en las 
palmas de las manos. Un sudor frío baña- 
ba su frente. Hacía un 'esfuérzo terrible 
para no arrójarse sobre aquel hombre que 
había adivinado su pensamiento y que 
con tal sencillez exponía aquellos planes 
de muerte. 
" —Y ahora—rugió-—, ¿qué quieres de 
mí, Enguerrando de Marigny? ¿Qué favor 
vienes a arrancar a la reina, que es la 
madre de tu hija? ¿Con qué amenazas 
vienes a desafiar a la desgraciada mujer 
que no tiene en el corazón mas que un 
afecto puro: el de su hija? : 
—Margarita—dijo Marigny, en voz tan 
baja como un suspiro—, vengo a decirte 
dónde está tu hija..... | 
La reina dió un salto.  * 
Su rostro sufrió una extraña transfor- 
mación. A 
Sus ojos expresaron indecible asombro; 
una alegría real nacida en el fondo del 
corazón, y al mismo tiempo cierto recelo, 
cierto temor. Su mano se crispó en la de 
Marigny, y con acento breve: 
—¡Habla! —dijo—. ¡Y después pide lo 
que quieras! ¡Pídeme la mitad del reino 
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