Full text: Buridán

  
M1CHEL 
-—Chopin—murmuró-—, si quieres que 
te ame, ábreme la puerta del calabozo nú- 
mero 5. 
Chopin dió un salto, lanzó una especie 
de rugido. : 
— ¡Imposible! —murmuró—; si tal hicie- 
se me esperaría la horca y tal vez otra 
cosa peor..... No..... dejadme..... ¡A mí! 
¡Socorro!..... 
Juana le estrechaba cada vez con más 
dulzura y con más fuerza, y las desespe- 
radas negativas del carcelero iban siendo 
cada vez más débiles..... 
e... ..... .. 0.0. .1..4.w.BOII(*(»(21.%. .. Ce. ICOC-O 
—¡Margarital —balbuceó Felipe, arrodi- 
llándose y tendiendo los brazos hacia la 
aparición. ' 
Juana dejó en un rincón el farol que le 
había dado Chopin, el cual se había que- 
dado a la puerta del calabozo, 
Luego se adelantó hacia el joven y acer- 
có a sus labios el gollete de una botella 
llena de agua clara y fresca. 
Felipe bebió ávidamente. 
—Aquí tenéis este cesto con comida— 
murmuró la joven—. Y este cántaro con 
agua. Comed y bebed todo lo que queráis, 
porque mañana volveré y os traeré más 
provisiones..... 
Mientras decía esto, iba Juana cogien- 
do el cesto y el cántaro que Chopin le 
alargaba porla puerta entreabierta y co- 
locando ambas cosas en un rincón del ca- 
labozo. 
— Desgraciadamente —añadió—, Cho- 
pin no quiere que os deje una antorcha, 
pero, cobrad ánimo..... y entretanto co- 
med y bebe:t..... 
—Margaria —dijo el joven, con apasio- 
nada vehemencia—, estoy loco por ti y 
para nada necesito la antorcha, porque tú 
eres para mí la luz...... 
El corazón de Juana comenzó á latir 
violentamente. 
— Yo no soy Margarita — declaró—. 
No me conocéis. ¡Ay! ¿Cómo habéis de 
ZEVACO 
conocerme? ¿Cómo habiais de fijaros en 
m??..... Vamos..... valor.....; es necesario 
que mé marche..... 
—¡Margarital —sollozó Felipe—, ¡no me 
abandones!, ¡no te vayas! 
Había cogido las manos de la joven y 
las estrechaba nerviosamente. 
Entonces una idea repentina cruzó por 
la mente de Juana. Inclinóse hacia el 
preso, examinó aquel rostro contraído, 
aquella mirada extraviada, y un grito de 
terror brotó de sus labios. 
—¡Loco!, ¡el desgraciado está loco!..... 
Felipe, en aquel momento dejaba des- 
bordar su pasión en quejas desgarrado- 
ras, con las que alternaban violentos 
arrebatos de alegría..... Contaba todo lo 
que había sufrido. 
El terror de Juana aumentaba, porque 
él loco iba exaltándose por momentos. 
-—¡Por piedad!'“- murmuró Juana —; 
calmaos, os lo suplico...... yo no soy la 
reiha..... 
De repente Felipe calló, miró atenta- 
mente a la joven y dijo: 
“—¡Es verdad, no sóis Margarital..... 
Un relámpago de lucidez disipó, sin 
duda, en aquel momento las tinieblas de 
aquel cerebro, como el farol de Juana 
disipaba las tinieblas del calabozo en que 
se desarrollaba esta extraña escena. 
—No véáis en mí sino “a su humilde 
servidora —añadió Juana—; pero creed 
también que estoy dispuesta a hacer cuan- 
to pueda por salvaros..... 
Felipe d'Aulnay parecía reflexionar..... 
Había soltado las manos de Juana. 
—¿Queréis ayudarme? — preguntó de 
repente—. Pues bien: decidle' al rey que 
quiero hablarle. ¡Id a decir al rey que 
Felipe, señor d'Aulnay, quiere verle! 
—¡Al rey!—tartamudeó Juana. 
—$Sí, al rey —repitió Felipe con impa- 
ciencia—. ¿Qué esperáis para ir a bus- 
carle? 
—¡Mañana! Os prometo que mañana... 
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