Full text: Buridán

  
  
  
  
op : E 
ero como, en subia, no erán más que 
“ciegos, Malingre y Gillonne tuvieron la 
misma idea; uno por la derecha y otro 
por la izquierda, trataron de deslizarse 
silenciosamente, rozando las paredes, 
Pero entonces los ciegos, cogiéndose del 
brazo, formaron una muralla viviente 
Que interceptaba toda la calle, y grita- 
ron: 
—¡No se pasa! 
Los dos fugitivos comenzaron a pensar 
Que eran juguetes de un sueño fantástico, 
Y a todo correr se volvieron a la Corte de 
los Milagros, en donde les tranquilizó al- 
gún tanto la actitud pacífica de los esca- 
Sos habitantes de aquel lugar, que ni si- 
quiera parecieron advertir su presencia. 
Buscaron una tercera salida, mirando a 
cada momento a un lado y a otro, para 
ver si el cojo, el manco y los ciegos les 
iban a los alcances. La tercera callejuela 
que eligieron para realizar su fuga tenía 
un aspecto tan decente, que ya se creye- 
ron libres de toda la caterva de mendigos. 
En efecto: era un callejón muy tran- 
quilo, en donde no había más que un 
enano saltando de un lado para otro, 
como un animal al que han roto las patas 
- y que anda buscando un agujero para es- 
-conderse. 
—¡Un enano!l—refunfuñó Malingre—; 
si me pide limosna le estrangulo. 
—$Sin contar — agregó Gilionne — con 
que si esto continúa así, mi escarcela se 
va a quedar vacía. 
Malingre adelantóse, pues, animosa- 
mente haciasel callejón, seguido de Gil- 
lonne, que se había tornado prudente. 
El criado del conde de Valois dirigióse en 
línea recta al enano, que al verle acer- 
carse le miró con recelo y«pareció esfor- 
zarse en encogerse todavía más. 
—¡Enhorabuena!—murmuró Malingre. 
— Siquiera éste tiene miedo. ¡Paso! — 
aulló —¡paso, monstruo, o te aplasto como 
a un insecto. 
  
-BURIDAN 
El enano le sacó la lengua, y luego, 
plantándose de un salto en «medio de la 
calle, empezó a' gritar con voz de bajo 
profundo: >. 
-——¡Una limosna! ¡Tened compasión de 
un pobre fenómeno que sólo mide tres 
pies de altura, contando con-los tacones 
ae los zapatos y con el pelo! 
Y en aquel momento la mirada recelo- 
sa del enano tornóse tan amenazadora, 
que Gillonne acabó de vaciar su escarce- 
la, en tanto que Malinegre, al buscar la 
suya, advertía con desesperación que ya 
no la llevaba colgada del cinturón; el 
enano, extendiendo el brazo, acababa de 
escamoteárla. 
Y entonces el fenómeno añadió tran- 
quilamente: A 
—¡Atrás! ¡No se pasa! E 
—¡Esto es demasiado! —rugió Malingre, 
que, exasperado por la pérdida de la es- 
carcela, y seguro de alcanzar fácilmente 
la victoria, alzó el puño cerrado para de- 
jarlo caer con toda su fuerza sobre la ca- 
beza del enano, que apenas le llegaba a 
la cintura. 
Pero quedó paralizado por el asombro 
y el terror..... 
Como si hubiera sido impulsado por un 
resorte, aquel aborto había crecido des- 
mesuradamente, convirtiéndose en un gi- 
gante, de tal manera que Malingre, que 
hasta entonces habia necesitado bajar los 
ojos para ver el rostro del hombrecillo, 
tuvo que levantarlos para asegurarse de 
que era el mismo individuo. 
—Os digo que nose pasa por el reino 
de los enanos y de los gigantes— dijo 
aquel hombre, sin encolerizarse. 
—Dispensad, señor enano.....— 
ceó Malingre. 
—¡Yo no soy enanol—gruñ 
go, frunciendo el entrecejo. 
—Dispensad, señor gigante.....-——prosi- 
guió Malingre con temor creciente. 
-—Yo no soy gigante—dijo aquel hom- 
balbu- 
ó el mendi- 
(169 
 
	        
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