Full text: Buridán

  
  
MICHEL 
trabajado activamente Bigorne. Una vez 
cerrada la puerta, colocaron delante un 
inmenso arcón, sobre el cual amontona- 
ron diversos muebles. 
-—He aquí las fortificaciones—dijo Bi- 
gorne—; he aquí las provisiones para 
mientras dure el sitio, y he aquí el cami- 
no por donde podemos huir. 
¿Mientras hablaba iba señalando suce- 
sivamente las sillas, los enormes sillones 
de roble que, amontonados unos sobre 
otros; debían constituir, en efecto; una 
barricada de las más sólidas; y luego la 
mesa, en la cual había acumulado: cuan- 
tas provisiones hallara en el «palacio, a 
saber: varios panes, innumerables' bote- 
llas de barro, un cuarto de venado que 
había asado dos horas antes y unas 
cuantas aves que había comprado, ya 
asadas, en la calle de las Ocas con los 
escudos del preboste, y, por último, lle- 
vando a los cincó. amigos a la: ventana, 
les ¿enseñó, sujeta al alféizar, la larga 
cuerda «que había servido a Felipe y 
a Gualter para subir del patio de los 
“ Jéones. 
Aquella ventana daba a un rincón de 
este patio. 
Buridán «sonrió, e inmediatamente, 
ayudado por Bigorne, comenzó a traba- 
jar en las fortificaciones, después de ha- 
ber colocado “sobre la mesa su larga es- 
pada, tinta en sangre. 
Felipe se había sentado, indiferente en 
apariencia a todo lo que sucedía en torno 
suyo. 
Con un movimiento espontáneo y uná- 
nime, Gualter, Guillermo y Riquet-se 
volvieron hacia la po lanzando un 
grito de alegría. 
—Nos acabamos de levantar de la 
mesa—dijo Gualter—, pero esta no es 
una razón para no tener hambre, 
- —Y es una razón excelente para tener 
sed—dijeron los otros. 
Entonces, mientras Buridán y Bigorne 
ZÉVACO 
levantaban una barricada con los mue- 
bles, mieñtras al otro lado de la puerta 
se oían las exclamaciones de los arqueros 
y la voz breve y. ronca de Marigny dando 
órdenes, mientras resonaban los prime: 
ros” golpes dirigidos contra la puerta, 
Guillermo, con un golpe seco, rompió el 
goilete de una botella y llenó los vasos; 
Gualter se apoderó de una oca para pin- 
charla, y como encontrase al alcance de 
su mano la espada de Buridán, aquel fué 
el cuchillo de que se sirvió. 
En aquel momento, terminado su tra- 
bajo, Buridán y Bigorne se volvieron. 
—¿Acabaréis de echar abajo esa puer- 
ta, vive el cielo?—rugía Marigny. 
—¡Eh, Bigorne!, tienes derecho a esta 
pata — gritó Gualter--. Buridán, toma 
este alón. En cuanto a mi hermano Feli- 
pe, se mantiene de amor. 
Buridán no tenía hambre, pero sentía 
sed, y lo demostró. En cuanto a Bigorne, 
$e puso a devorar la pata que le habían 
- destinado, murmurando: 
—Estoy lleno hasta el gañote, por San 
Bernabé; pero como no sé cuándo cena- 
ré, me parece prudente almorzar sx 
veces. 
—A las doce—dijo Buridán-—tenemos 
que estar en el palacio de Valois. No de- 
bemos olvidarlo. 
-—¡Truenos y. rayos!l-—exclamó Gual- 
ter—; es tanto más difícil que se me ol- 
- “vide, cuanto que esta noche-tengo una 
cita en casa de Inés Piedelen. 
—i¡Porel dignísimo cura de San Eusta- 
quio! --dijo Bigorne - ¡estaremos! 
— ¡Muertos o. vivos! -—corroboró GQui- 
lNermo. 
— ¡Eso se Hama lógica! — chilló Ri- 
quet-—. Como tenemos que estar a las 
doce en el palacio de Valois, y de aquí a 
entonces nos habrán matado a todos, no 
pudiendo ir vivos iremos muertos. ¿Qué 
dices tú a esto, Buridán, bachiller del 
demonio, asao enalbardado, que mere- 
22 
  
  
  
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.