Full text: Buridán

  
BURIDAN 
casa. Espoleada por el miedo, Gillonne 
exclamó: 
—Pero, ¿qué haces?..... ¿A qué aguar- 
das?..... ¿Estás loco?..... ¡Hu Ao No 
perdamos tiempo..... 
—¡Bah! —interrumpió Simón—. No co- 
rre prisa. Puesto que conocemos el santo 
y seña, podemos salir cuando queramos. 
—¡Santa Madre de Dios! —exclamó, an- 
gustiada y cruzando las manos, Gillon- 
ne—. ¡Pero tú pierdes el seso!..... 
Pero se interrumpió de pronto, pues al 
yer a Simón acercarse a la puerta y pe- 
gar un ojo al agujero de la cerradura, 
acabó de comprender por qué no tenía 
prisa de escapar. Pero no debió de ver lo 
que se proponía, porque se retiró, movien- 
do la cabeza. Gillonne le dijo en voz baja: 
—Ya comprendo. Querrías saber lo que 
se dicen. 
—¡Claro!—-respondió Simón, que seguía 
discurriendo en vano. 
Gillonne pensaba: 
—Tiene razón. Aunque tengo más ta- 
lento que él y más genio, me aventaja en 
astucia y marrullerías. 
Mientras tanto, Simón contemplaba ab- 
sorto una abertura practicada a cierta al- 
tura del suelo, y de la cual se escaba dé- 
bil resplandor, Era uno de esos agujeros 
que ya dijimos existían en casi todas las 
viviendas de la Corte. de los Milagros. 
Desgraciadamente, estaba muy alto para 
llegar a él. A fuerza de explorar, descu 
brió, bajo la abertura, ¡un, poyo; subióse 
a él, pero ni aun así alcanzaba al aguje- 
ro. Palpó la pared, por si alguna desigual- 
dad le permitía trepar; nada. 
Malingre comenzaba a desconsolarse. 
Gillonne le dijo; 
.-T Bl, eres capaz de sostenerme, subiré 
sobre tus hombros y veré y oiré, 
—Ya había yo pensado en ello; pero, 
¿quién me asegura que me contarás exac- 
tamente todo lo que oigas? 
— Atiende, Simón-—replicó la vieja, 
que hallaba muy natural la desconfianza 
de que era objeto —. Si de lo que oiga re- 
sulta posibilidad de hacer un buen nego». 
cio, ¿me juras que partiremos los benefi= 
cios? 
—Te lo juro—contestó sin titubear Si- 
món. 
—Pues también yo te juro repetirte 
todo lo que oiga de provecho para ambos. 
Y al ver que Simón vacilaba todavía, 
agregó: 
—Además ten en cuenta que no tienes 
otro medio de saber. 
Era verdad, y Malingre lo comprendió 
así. Tomó, pues, bruscamente una resolu- 
ción, y exclamó: 
—Sube. 
Con destreza y agilidad, que Simón. no 
hubiese sospechado nunca, Gillonne se 
encaramó rápidamente sobre los liom- 
bros de su compañero, quien subió con 
gran trabajo al guardacantón. 
Gillonne se halló de esa manera a la 
altura del agujero, pudiendo, con relati- 
va facilidad, ver a los que se hallaban en 
el interior y escuchar lo que decían. 
Cuando vió que los personajes se le- 
vantaban para separarse, juzgó termina- 
da la conferencia y se dejó caer con gran 
agilidad en tierra. 
—¡Uf!-- dijo Simón, exhalando un.sus- 
piro de desahogo— . Nunca hubiese ereí- 
do que fu. :TAS tan pes sada..... Bueno, ¿qué 
es lo que ha pasado? 
Prudentemente Gillonne se metió en la 
zanja, haciendo señas a su asociado para 
que la imitase. 
Un instante después se abría la puerta 
y salían cinco hombres. 
Una vez seguros de que los que habían 
sido espiados se hallaban lejos, se le - 
vantaron y anduvieron con rapidez en 
dirección contraria, sin tratar ya de ocul- 
tarse, y esforzándose en adoptar un con- 
tinente tranquilo. , 
Merced a- la contraseña sorprendida 
| 
230 
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.