Full text: Buridán

  
  
  
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Al volver al palacio de Valois, Gillon - 
ne fué a buscar a Simón Malingre al cuar- 
to que ocupaba cerca de las habitaciones 
del conde. 
Simón Malingre estaba fiado ante 
Una mesa y examinaba con curiosidad un 
frasco que manejaba con precaución. 
—Precisamente iba a mandarte llamar, 
mi dulce prometida— dijo al ver a Gillon- 
ne—porque tengo que darte algunas ór- 
denes de parte de monseñor. ; 
"Gilloxme se estremeció y retuvo las pa: 
labras, prontas a escaparse de sus labios: 
—¿De qué se trata? —preguntó. " 
Malingre, sin responder, 
trasquito que oprimía entre 'sús dedos ín- 
dice y pulgar, y aparentó examinar su 
ona con mucha atención mientras 
Silbaba una canción O Luego se 
echó a reir: ] 
—(Gilonne —dijo al fin—, ya hace mu- 
cho tiempo que «corres tras la fortuna. 
Pues bien: aquí dentro está. 
'“Y Malingre volvió a reir. como él reía, 
es:decir, torciendo:su repugnante boca: y 
enseñando: unos cuantos dientes destar- 
nados. " E 
“Gillonne, puesta en guardia, PUE 
y pensaba: ' 
Dentro de poco. me:reiré yo. 
—¿Ves este fr asquito, querida? — con- 
tinuó Malingre—. Pues bien: lo he com- 
prado yo mismo en la calle de.San Mar- 
tín, en casa del herbolario:al cual hemos 
hecho ya más de una visita, ora por cuen- 
ta nuestra, ora «por cuenta de nuestro 
amo. ¡ 
— ¿De modo que es un veneno? — pre: 
guntó fríamente Gillonne. 
4--Tú lo has dicho--coútestó Malingre, 
con la misma sonrisa diabólica que: he: 
mos tratado de describir: 
'—¿Y para quién?--dijo Gillonne. 
—Vas'a saberlo, mi-dulce amiga. En 
este momento hay.en un calabozo del 
Temple una mujer....., pero tú la conoces: 
levantó el 
  
-BURIDAN el 0] 
Es precisamente la que vivía en la casa 
encantada del cementerio de los Inocen- 
tes, aquella a quien tú seguiste desde el 
Prée-aux+Clercs; aquella, en fin, cuyo do- 
micilio me indicaste cón tu acostumbrada 
amabilidad. 
+ Gillonne no pudo menos de estremecér- 
se al recordar la escena que evocaba Ma: 
lingre, y su pálido rostro tornóse lívido- 
—¡Ah! ¡ah! —exclamó Malingre —, veo 
que me «guardas rencor. Haces mal, Gi- 
llonne; aquello lo hice, tanto por tu pro- 
pio interés como por elunío, puesto que 
debemos casarnos. Y la prueba es que ya 
empiezan a llover sobre ti los honores. 
No solamente te ha encargado monseñor 
vigilar a, la joven, siño que además te 
bunea qe 
«Simón Madingfe se interrumpió: 
—¡Matar ala mujer!-- dijo Gillonne, 
con la misma frialdad. 
4 No conozeo mujer tan inteligente 
como tú, Gillonne — exclamó Malingre 
burlonamente—. Quecamos, pués, en que 
ahora vas a:coger este frasquito, y vas a 
encaminarte al Temple, en donde te in- 
dicarán el calabozo en cuestión; lo de- 
más es cuenta tuya. ¿Vaya, no tenia yo 
razón en decir que tu fortuna está: aquí 
dentro? 00140 . 
Gillonné máditá bal 
Una voz sorda y potente que resonaba 
en su:interior la: hacía: temblar: tenía en 
sú poder a Simón Malingre. Este inciden- 
te favorecía sus proyectos. Así, pues, con 
una sonrisa que ella ereía muy graciosa 
y que era sencillamente un poco más re- 
pugnante que de costumbre, cogió el fras- 
co; y dijo: 
Está bien;Dentro de dos horas'habrá 
muerto esa mujer. 
"Por:ipoco 'aceesible que fuese Malingre 
a la. emoción, no púudo:mmenos de estreme- 
cerse. Durante un iustante contempló con 
admiración y espanto al mismo tiempo, a 
aquella mujer que con tanta frialdad ha- 
 
	        
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