Full text: Buridán

  
  
  
  
  
  
Vi alzarse el rostro lívido de ese misera - 
ble Gualter, y entonces, en aquel momen- 
to terrible, fué cuando, con sus ojos re- 
lampagueantes, con su mano que se ten- 
día hacia mí.con un gesto amenazador, 
con.sus labios erispados, con todo su sér, 
me maldijo. Desde entonces nada me sale 
bien..... Siento que sobre mí pesa la fata - 
lidad y queme arrastra a una suprema 
catástrofe..... Tengo miedo... .. 
—¡Locuras! —exelamó Juana, lanzan- 
do una carcajada nerviosa. 
¡Pura quimera! —agregó Blanca, que 
rompió asimismo a reir. 
—¡El rey! —anunció un ujier, : iietdo 
la puerta. 
- —¡Veo que os reís! —gritó el rey, pene- 
trando en la estancia con su paso rápi- 
do—. ¡Vaya! ¡sea enhorabuena!..... Queri- 
da Margarita, ¿estáis ya pl ds 
repuesta? 
— Completamente, señor —- balbuceó 
Margarita de Borgoña. » 
—Vengo a daros una buena noticia— 
continuó Luis, sonriendo y mostrando la 
“satisfacción de un niño que va a diver- 
tirse—. Vamos a tener en París una gran 
fiesta..... la fiesta de los locos. ¿Qué os pa- 
rece mi idea? 
-—¡Admirable; señorl-—dijo Margarita, 
que iba dominando poco a poco su in- 
quietud. 
Las princesas palmotearon. 
El rey, entusiasmado, pronunció aún 
algunas palabras para aconsejar a la rei- 
na que no abusara de la bebida, y a las 
princesas que la cuidaran, y con suviva- 
cidad acostumbrada se 'dirigió hacia la 
puerta. Pero cuando se disponía a cruzar 
el dintel se dió una palmada enla fren: 
te y se volvió hacia la feina. 
—Figuraos—dijo—que he querido in- 
terrogar a una hechicera. De veras; lo he 
hecho, y le he hablado Como OS estoy 2. 
blando a vos. Os ; 
—¡Qué imprudencia, pp 
Ed 
  
BURIDAN 
—Lo reconozco. Pero no lameñto esa 
imprudencia. Porque esa mujer me ha 
dicho una cosa de la mayor importancia, 
y confío que en este trance me e 
réis, querida Margarita. 
—¿Y qué 6s?=dijo la reina, viendo que 
la frente del rey se ensombrecía. 
—Me ha revelado que se está fraguan- 
do contra mí una traición. 
—¡Una traición! 
Sí, en el mismo irá entre mi 
propia servidumbre hay quien me E: 
ciona.. 
—¡Una traición, señor!; en lib es 
una noticia grave. ¿Y esa hechicera 0s ha 
indicado el nombre del traidor? 
—No. Ya habría muerto. Pero no es de. 
un hombre de quien se trata, es de una 
- mújer. La hechicera me ha dicho: « ¡Bús- 
cala entre los que te rodean!, búscala en 
el Louvre!» 
¿-—Una mujer..... O Mágina : 
—¿0Os inspiran confianza vuestras da- 
mas? ¿vuestras azafatas? Entre ellas es 
necesario buscar a la que me traiciona. 
Margarita había bajado la cabeza. 
Guardó sepa por un instante, y luego 
murmuró: 
—¡La buscaré, señor! ¡y la encontraré! 
Cuando Luis X hubo desaparecido, la 
reina, ¡pálida como una muerta, se ni” 
hacia sus hermanas. 
— ¿Creéis ahora que me persigue la fas 
talidad? : 
—:¡Cómo!—dijo Blanca. ¿Crees que 
es a tia quien la hechicera ha querido 
acusar? á 
La reina no respondió. Refexionabaí 
Trataba de combatir-lós primeros estre- 
mecimientos del espanto que comenzaba 
a apoderarse de ella. 
—¡Vamos a vér los léones! —dijo LIU5A 
camente. G 
e 
AMÓ ds A son.on..: ...o.os 
Generalmente, cuando la reina iba a 
ver sus leones, la escoltaban“sus damas y 
 
	        
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