Full text: Buridán

  
  
  
  
  
  
VIII 
FELIPE D'AULNAY (CONTINUACIÓN) 
En el momento en que los cinco ami- 
gos, confiando en la sagacidad, y, por de- 
cirlo así, en el instinto de Bigorne, se 
aléjaban de la Torre de Nesle, Felipe es- 
taba al lado de Guillermo Borrasca. El 
grupo, remontando el curso del río a lo 
largo de las murallas da la, Torre de 
Nesle, llegó al puente, en el que entró. Un 
aquel MORE Felipe estaba un poco de- 
trás; se detuvo, y cuando sus compañe- 
ros desaparecieron por entre la doble hi- 
lera de casas que se alzaban en el puen- 
te, al que convertían en una verdadera 
calle, murmuró sencilla mente: 
—¿Los encontraré? ¡Quién sabel..... Pero 
aunque no ce volverlos a encontrar, 
aunque no deba volver a ver a Buridán 
dia Gualter, es preciso que acabe de sal- 
var a la reina..... 
Esta era su idea fija. ¡Salvar a Mar- 
garita! 
Volvió sobre sus pasos, entró en la 
Torre de Nesle, cuya puerta había deja- 
do abierta Lancelot, y comenzó a subir. 
Al llegar al piso en que poco antes lucha- 
ra. con el rey, se sentó en un sillón, y 
apoyando la cabeza en las manos, quedó 
meditando. 
Ni el rey ni Buridán, ni su hermano 
Gualter, ni aun su propia situación, tan 
LAS 
ocuparon por un 
concentiido 
Marga: . 
terrible, sin embargo, 
instante su pensamienio, 
por completo en un solo ser: 
rita... . 
No se preguntó si el rey estaría toda- 
vía en la Torre. Pero se decía: 
—Seguramente volverá. ¡Y entoncesl.... 
¡Oh!, entonces está. perdida. Ese miseras- 
ble Bigorne ha traído aquí al rey. para 
que hallase las pruebas de la traición de 
Margarita, ... 
Se estremeció. 
Una contracción dolorosa crispó su 
tro. 
—¡Engaña a su esposo!-—repitió sor- 
damente—. ¡Es verdad! ¡Yo lo sé! ¡Lo.he 
visto con mis propios ojos! ¡Y la. amol 
¡Oh!, la amo aún con todo mi sér, y COm- 
prendo que morir por salvarla es la úni- 
Su mirada se animó. 
rOS- 
ca felicidad que puedo BRPOrAz de este 
amor que me mata... 
Sus pupilas. tenían una a de 
extravío. 
En el. momento en que se acerca a la 
locura, el hombre tiene esa mirada, vaga 
que parece ver cosas que no ven los de- 
“más hombres. 
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Su rostro, de un color ri AManió 
pálido, su hermoso rostro de líneas enér- 
gicas y delicadas al mismo tiempo, había 
 
	        
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