MICHEL
puesto centinelas en la antecámara y has-
ta en la puerta del cuartito..... ¿y, sabéis
lo que ha sucedido, señora?..... No, jamás
podréis suponerlo.
—¡Me asustáis, señor!
—Confieso que hay motivo para ello.
¡Y yo mismo, que me jacto de tener valor,
sentí que se me ponía carne de gallina!
¡Figuraos que, cuando entré en el cuarto,
la hechicera no estaba ya en él!.....
—¡La razón se resiste a creerlo! —ex-
clamó la reina dando muestras de un
- terror, que el rey experimentaba real-
mente.
—Calmaos, querida Margarita — dijo
Luis—. No os asustéis, que yo estoy a
vuestro lado y por defenderos sabré ha-
cer frente a todos los demonios. ¡En.cuan-
to a la hechicera, ha desaparecido, se ha
desvanecido, se ha evaporado!.....
—He aquí un extraño suceso, señor,
que prueba una vez más el increíble po-
der de los demonios, a los que Dios per-
mite venir al mundo para alarmar y asus-
tar a los cristianos. ¡Por lo menos, así nos
lo dice la Sagrada Escritura!
—¿Habéis leído eso en la Sagrada Es-
critura?—preguntó Luis —. Pues bien: ya
no cabe la menor duda, la hechicera ha-
brá sido arrebatada por algún demonio
que habrá peo sustraerla al castigo
que le esperaba..... Pero esta desapari-
ción me deja en una incertidumbre cruel.
-—¿A propósito de qué, señory—interro-
gó Margarita, que durante esta conver-
sación tan peligrosa para ella conservaba
una serenidad admirable.
—A propósito de la traición que me
amenaza. Y, sin embargo, esta misma
noche, he estado a punto de apoderarme
del hombre que conoce la verdad....., del
hombre que sabe el nombre de la mujer
.que me traiciona.
—¿Y quién es ese hombre, señor?.....
—Uno de esos atrevidos truhanes que
estuvieron a punto de mataros en el patio
ZÉVACO
de los leones y que han tenido la audacia
de raptar a mi tío Carlos, a quien afortu- -
nadamente he. puesto yo en libertad.
—Hasta mi ha llegado el rumor de ese
suceso —dijo Margarita, cuyo corazón pal-
pitaba con violencia.
—Entonces sabréis que he ido a la To-
rre de Nesle, en donde, en efecto, pude
arrebatar al conde de entre las manos de
los trubanes que le tenían prisionero.
Esta vez Margarita no pudo menos de -
palidecer.
—¿De -modo—dijo—, que esa gente ha
convertido la 'Torre de Nesle en su gua-
rida?
—Es de creer — contestó el rey—que
viven allí desde hace mucho tiempo. Pero
eso no.es lo importante para mi. Esos
hombres, tarde o temprano, serán presos
y ahorcados, y ya no habrá que hablar
más del asunto. Lo que me interesa y lo
que debe interesaros a vos también, se-
ñora, es que he estado a punto de encon-
trar en la Torre de Nesle el secreto de
la traición, y que a no ser per Felipe
d'Aulnay.....
—¿De modo que fué Felipe d o
murmuró la reina —quien os impidió ave-
riguar el nombre de la mujer que os trai-
ciona?
Y Margarita, palideciendo aún más,
quedó sumida en profundas reflexiones,
en tanto que el rey continuaba:
—Vos juzgaréis, querida Margarita: en
el último piso de la Torre, alhajáda como
para celebrar en ella secretas orgías, en-
contré en una mesa papeles escritos por
aquélla que se entrega a tales desórde-
nes..... ¡Por la misma que me traciona!
El rey hablaba con voz natural, con
los ojos fijos en los cristales de la venta-
na, como si evocase la escena que conta-
ba. Margarita, al oir las últimas palabras,
se estremeció. Se mordió los labios hasta
hacerse sangre para ahogar un gemido de
terror. Sus ojos, dilatados por el espanto;
98
EI €