OBRAS DE JULIO VERNE
Kb lasw anta desaparecióo en el espacio
sx
erizado, la vista eslraviada. ER
No habia iluston posible. Por fin veia yo la horri=
_ble verdad. Tenia que habérmelas con un loco.
- Tiró lo que quedaba de lastre y lo menos debimos
subir á nueve mil metros de altura. La sangre me
cido estaba de pié cen la cabeza descubierta, el pelo
«salia por la nariz y la boca.
¿Hay alzo mas bello que los mártires de la cien- |.
tial—esclamaba el insensato. La posteridad los ca=
io AN po a :
+ Pero yo ño oia nada. El demente miró en torno
SUYO y se arrodilló poniéndose al alcance de miondo. |
DA a la catástrofe de Zambeccari, la habeis olvida-
do? Escuchad. El 7 de octubre de 1804, el tiempo
se serenó al parecer algun, tanto. En los dias prece-
_deutes la lluvia y el viento no habian cesado, pero la
- ascensión anunciada por Zambeccari no podia aplu—
; O Ó se mofaban de él y era nece-
_ surig emprender la subida para librarse á sí misino
y salvar á la ciencia de la rechifla pública. Esto su-
cedia en Boloña. Nadie le ayudó llenar el gloho.
Subió á media noche acompañado de Andreoli y )
Grossetti. El globo ascendió lentamente , porque es-
taba agujereado por la lluvia, y el gas se escapaba.
Los tres insrépidos viajeros no podian observar el
estado del barómetro sino con la linterna sorda, Y
Zambeccari no habia comido nada en veinticuatro.
horas. Grossetti estaba tambien en ayunas. A
-—Amigos mios—dijo Zambeccari—el frio m y
acongoja y estoy cansado. Voy á morir, eN
Cayó sin aliento en la galería. Lo mismo sucedi
con Grossetti. Andreoli era el único que estaba des-
peja:lo. D:spues le prolongados esfuerzos , logró sa=.
_cará Zambeccar: de su enlorpecimiento.
- —¿Que hay de nuevo? ¿A dónde vamos? ¿De dónde
Viene el aire? ¿Qué hora es?
—Son las dos...
—¡Dónde está la brújula?
-—Berribada.. >.
—¡Gran Dios!.
Es
reci le.
¡La hugír de la linterna se apaga
que ya uo puede urder en esle aire ela