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Granton a ta extremidad de este golfo, s1 la neces1-
dad de hacer escala en varias estaciones de ambas
orillas, no obligast á dar muchos rodeos. Los pue- '
plos, las aldeas, las cabañas, se van descubriendo en
las oriHas del Forth, entre los árboles de una fértil
campiña.
Jacoba
tendia entre los tambores, no se cuidaba de mirar
este paisaje, rayado por las líneas que descubrian
las gotas de lluvia. Trataba mas bien de observan si
|
OBRAS DE JULIO VERNE
sintió que se Oprimia su corazon al pasar despues de
diez anos de ausencia, cerca de este pueblecito, cen-
tro de la explotacion de importantes minas carboní-
feras, que mantenian una gran poblacion de traba-
, Jadores. Su imaginacion le llevaba á aquel subsuelo,
llamaba la atencion de algún pasajero. ¿Quién sabe:
si el autor anónimo de la segunda carta estaba en el
vapor? Sin embargo, el ingeniero no pudo descu-
brir ninguna mirada sospechosa.
El Principe de Gales, al salir del muelle de Gran-
ton, se dirigió hácia la pequeña abertura que for—
man las dos puntas del e e oe Norte—
Queensferry, mas allá de la cual el Forth ES una
especie de lago, practicable para los buques de cien
toneladas. Entre las brumas del fondo aparecian en
algunos claros las nevadas cumbres de los montes
Grampianes.
Pronto el vapor perdió de vista la aldea de Aber-
dour; la isla de Clom, coronada por las ruinas de un
monasterio del siglo XII; los restos del castillo de
Barnbougle; Donibristle, donde fue asesinado el yer-
no del regente Murray, y el islote fortificado de Gar-
vie. Atravesó el estrecho de Queensferry, dejó á la
- izquierda el castillo de Rosyth, donde residió anti-
y
Eu
Mt: AE
tud. ¿Habría acudido el hijo de Simon
guamente una rama de los Estuardos, con la cual
estaba emparentada la madre de Cromwell; pasó el |
Blackness-Castle siempre fortificado, eamforme á uno
de los artículos, del tratado de la Union; y siguió á
lo largo de los muelles del puertecito de Charleston,
donde se exporta la cal de las canteras de lord Elgin.
Por fin la campana del Principe de Gales señaló la
estacion de Combrie-Point. :
El tiempo era malísimo. La lluvia, azotada por una
brisa violenta se pulverizaba en medio de esas ráfa-
gas de viento que pasan como trombas.
Jacobo Starr no dejaba de sentir alguna inquie—
Fordá la cita?
Sabia por experiencia que los mineros, acostumbra-
mencias de la atmósfera. Desde Callander á la boca
Dochart y al pozo Yarow se contaba una distancia
le 4 millas. Esta era la razon que podia retardar, en
tierta medida, al hijo del viejo capataz. Sin embar-
al ingeniero le preocupaba mas el temor de que
0,
E segunda carta hubiera hecho inútil la cita dada.
en la primera.—Este era, si hemos de decir verdad,
su mayor cuidado.
En todo caso, si Harry Ford no se encontraba allí
á la llegada del tren de Callander, Jacobo Starr es-
toba decidido á ir solo á la mina; y si era preciso
hasta el pueblo de Aberfoyle. Allí tendria sin duda
- gapataz.
eS
al través
_ El Principe de Gales se detu r
de Alloa para dejar algunos viajeros, Jacobo Starr
vantando grandes olas con sus ruedas. No se velan
las dos orillas del rio, m la adea de Crombie, ni Tor-
ryburn, ni Torry-house, ni Newmills, ni Carrinden-
mi en la embocadura del canal de Clyde, des-
aparecian en la húmeda niebla. Culzoss, el antiguo
posts las ruinas de su abadía de Citeaux; Kin-=
kardine y sus canteras de construccion, en las cua-
les hizo estalaTel va
noticias ae Simon Fordr , y sabria donde residia el
hause, ni Hirkgrange, ni Salt-Paus á la derecha El
puertecito de Bow-ness, el puerto de Grangemonth,
dos á la calma profunda de las minas, sufren menos |
que los obreros 6 los labradores esas grandes incle--|
ed: de ea eS | radiante.
Entre tanto el Principe de Gales continuaba le- |
or; Ayrth-Castle y su torre '
cuadrada del siglo XI; Clackmanman y su castillo
edificado yor Roberto Bruce, tampoco eran- visibles
de ts de la lluvia.
ales se detuvo en el embarcadero
POS ; | cavado con tanto provecho por los mineros. ¡Estas
Starr. refugiado bajo la toldilla que se es- '
minas de Alloa, casi contiguas á las de Aberfovle,
covinuaban enriqueciendo el condado, mientras que
los depósitos vecinos, agotados hacia tantos años, nu
tenian ni un solo obrero! as y
El vapor, al dejar á Alloa, penetró en los muchos
rodeos que da el Forth en una longitud de 19 millas,
circulando rápidamente entre los grandes árboles
de las dos orillas. Un instante aparecieron en un
claro las ruinas de la abadía de Cambuskenneth,
que data del siglo XII. Despues aparecieron tambien
el castillo de Stirling y el sitio real de este nombre,
donde el Forth, atravesado por dos puentes, no e*
ya navegable para los buques de alto bordo.
Apenas se acercó á la costa el Principe de Gales,
el ingeniero saltó prestamente al muelle. Cinco mi-
putos despues llegaba á la estacion de Stirling. Una
hora mas tarde bajaba del tren en Callender, pueble
bastante grande, situado en la orilla izquierda del
| Teyth. o
AMí, delante de la estacion, esperaba un Jóven
que se dirigió en seguida hácia el ingeriero.
Era Harry, el hijo de Simon Ford.
CAPITULO Ill,
EL SUBSUELO DEL REINO UNIDO,
%
Es convemente para la inteligencia de este relato,
decir algunas palabras que recuerden el orígen de
la hulla, : zi
Durante las épocas geológicas, cuando el esferoide
terrestre estaba todavía en vias de formacion, le ro=
deaba una espesa atmósfera saturada de vapor de
agua, y fuertemente impregnada de ácido carbónico.
Poco á poco estos vapores se fueron condensando en
muchos y sucesivos diluvios, que .cayeron sobre la
tierra como si hubieran sido arrojados de las bocas
de algunos millones de millones de botellas de agua
de Seltz. Era, en efecto, un líquido cargado de ácido
carbónico, que se derramaba torrencialmente sobre
un suelo pastoso , mal consolidado , sujeto á defor-
maciones lentas Ó bruscas y mateniendo al mismo
tiempo en este estado semiflúido, tanto por el calor
procedente del sol, como por el fuego de la masa in-
terior. Este fuego no estaba todavía encerrado en el
centro del globo. La corteza terrestre, poco espesa
y no completamente endurecida, le dejaba pasar al
través de sus poros, De aquí provenia una vegeta-
cion fenomenal, semejante sin duda á la que tal vez
existe en la superficie de los planetas inferiores Ve-
nus ó Mercurio, mas próximos que nosotros al astre
El suelo de los continc_ites, aun mal fijado, se Cu- :
brió, pues, de bosques inmensos. El ácido carbó=
nico, tan propio para el desarrollo del reino vegetal,
existia en gran abundancia; y por tanto los vegeta-
les se desarrollaban en forma arborescente. No ha=
bia ni una sola planta herbácea. Por todas partes se |
encontraban enormes masas de árboles sin flores,
| sin frutos, de un aspecto monótono, que no hubie--
| ran podido servir para la alimentacion de ningun
ser Viviente... 1) ] pe
La tierra no estaba dispuesta todavía para la apa=
ricion del reino animal. ON PI ti: Sy
La composicion de estos bosques antediluvianos
- era la siguiente. Domimaba la clase de las criptóga=
mas vasculares. Las calamitas, variedades de la as-
perula arborescente, los lepidodendrones, clase de