18
hubo temores de que veinte mil mineros de New-
castle se snblevasen para reconquistar una libertad
que echaban de menos,
De todos modos, Simon Ford tenia orgullo en per-
tenecer á esa gran familia de mineros escoceses. Ha-
bra trabajado con sus manos, allí mismo donde sus
antepasados habian manejado el pico, la palanca y-
el azadon.
A los treinta años era capataz de la mina Dochart,
la mas importante de todas las de Aberfoyle. Tenia
pasion por su oficio. Durante muchos años trabajó
con gran celo. Su única pena era ver disminuirse la
capa carbonífera y prever la hora cercana en que
-se agotase el combustible. ae
— Entonces se dedicó á la investigacion de nuevos
filones en toda la estension de las minas de Aber-
foyle, que comunicaban entre sí por debajo de tierra.
Habia tenido la fortuna de descubrir algunos durante
el último período de exp'otacion. Su instinto de mi-
- nero le servia maravillosamente, y el ingeniero Ja-
cobo Starr le apreciaba mucho. Parecia que adivi-
- naba los depósitos de carbon en las entrañas de la
mina, .como el hidróscopo adivina los manantiales
bajo la superficie de la tierra.
Pero llegó el momento, segun hemos dicho, en
ue la materia combustible faltó del todo en la mina.
or mas que se sondeó no se encontró ningun resul-
todo. Se adquirió la evidencia de que el depósito
carbonífero estaba completamente agotado. La ex-
plotacion cesó: los mineros se retiraron.
¿Habrá quien lo crea? aquello fue una desespera-
cion para la mayor parte. Todos los que saben que
el hombre en el fondo toma cariño á sus mismas pe-
nas no lo estrañarán. Simon Ford fue sin duda el
mas contrariado. Era por excelencia el tipo del mi-
nero, cuya vida está indisolublemente unida á la de
su mina. Desde su nacimiento no habia cesado de
habitarla; y cuando los trabajos fueron abandonados,
quiso vivir allí todavía. Se quedó, pues; Harry, su
hijo, se encargó de preparar la habitacion subterrá-
bea, pero en cuanto á él no habia vuelto á subir á la
superficie del suelo diez veces en diez años.
- —¡Ír arriba! ¿4 qué? repetia, y no abandonaba
“su sombría morada.
En aquella atmósfera perfectamete sana, en una.
temperatura siempre constante, el viejo capataz no
conocia ni los calores del estío, ni los frios del in-
- podia desear? PA dani.
-, Enel fondo estaba serramente entristecido. Echa-
ba de menos la animacion, el movimiento, la vida
- de otro tiempo en aquella mina tan laboriosamente
- explotada : sin embargo, le sostenia una idea fija.
- ¿— ¡No, mo, la mina no está agotada! decia
BIOMPrO. 1 EE and 0
Y seguramente se habria conquistado sus antipa-
-úías el que en su presencia hubiese puesto en duda
que algan día la antigua Aberfoyle resucitaria de
- entre los muertos. No habia, pues, abandonado nun-
- Ca la esperanza de descubrir una nueva capa que
volviese á la mma su esplendor pasado. Habria
o á coger con gusto el pico del minero, y sus
robustos aun, habrian atacado vigorosa=
oca. Andaba, pues, constantemente p
rías, solo, 6 acompañado de su hijo,
' choza.
fe, (la buena mujer) segun
mismo que su marido.
1a, cipaba de Lodas
, le > ji 2, le hablaba |
mina. Partic
lardecta el corazon del
as, : - —Buenos dias, Madge, dijo el ingeniero.
vando, para volver á entrar cada dia |
- OBRAS DE JULIO VERNE
ella. Tú tienes razon. Esto no es mas que un reposo;
¡no es la muerte! mega o
Margarita sabia tambien prescindir del mundo es-
terior y concentrar la felicidad en la existencia de
tres personas en ««quella o-cura choza. ;
A esta choza, pues, llegó Jacobo Starr.
El ingeniero cra muy esperado. Simon Ford es-
taba de pie en la puerta, y apenas la lámpara de
Harry le anuncio la llegada de su antiguo viewer, se
adelantó hácia el.
—¡Sed bien venido, señor Starr! le gritó con una
voz que resovba bajo la bóveda de esquisto. ¡ Sed
bien venido é la choza del pobre capataz! ¡La casa
de la familia Word no es menos hospitalaria porque
esté enterrada á mil quinientos pies bajo tierra!
— ¿Cómo estais, bravo Simon? preguntó Jacobo
Starr, estrechando la mano que le tendia su huésped.
—Muy bien, señor Starr. ¿Y cómo habia de pa-
sarlo mal aquí, al abrigo de toda intemperie? Vues-
tras señoras que van á respirar los aires de Newha-
ven y Porto-bello (1) durante el verano, harian
mejor en pasar algunos meses ev Aberfoyle. No se
expondrian á coger algun fuerte catarro, como en
las húmedas calles de nuestra capital.
—No os contradiré yo, Simon, respondió Jaco=
bo Starr, que se alegraba de encontrar al viejo ca-
pataz lo mismo que estaba hacia mucho tiempo. ¡En
verdad que yo me pregunto porqué no cambio mi
casa en Canongate por alguna choza próxima á la
vuestra ! : A :
—¡ Ah, señor Starr, conozeo uno de vuestros an=
tiguos mineros, á quien encantaria el que no hu-
biera entre vos y él mas que una pared de media-
nería ! :
— ¡Y Madge?... (2) preguntó el ingeniero.
—Mi buena mujer está aun mejrr que yo, si es
posible, respondió Simon Ford, y está contentísima
Cam va á veros á su mesa. ¡Creo Yue se excederá
sí misina para recibiros! Ps DA
— ¡ Ya veremos, Simon, ya veremos! dijo el in-
geniero, que no podia permanecer indiferente al
| anuncio de un buen almuerzo despues de su largo
viaje. : :
-—¿Tenels hambre, señor Starr? e
—j¡S1; positivamente hambre! el viaje me. ha
abierto el apetito. ¡He venido con un tiempo hor-
a
e Tible!...
-—vierno. Todos los suyos estaban buenos: ¿Qué mas |
—¡Ah! ¿Llueve allá arriba? respondió Simon
Ford con un aspecto notable de compasion.
- —Sí, Simon; y las aguas del Forth están hoy agi-
tadas como las de la mar. pa NA
—Pries bien, señor Starr, aquí no llueve nunca;
pero mu debo deciros las ventajas que gozamos, y
que cunoceis tan bien como yo. Ya estais en la
choza. Esto es lo principal; ¡séd bien venido, os lo
Fepitol. 4 e A ad
Siwon Ford, seguido de Harry, hizo entrar en la
habitacion á Jacobo Starr, que se encontró en medio
de tna ancha sala iluminada por varias lámparas,
E de las cuales pendia de las vigas coloreadas de!
O O A
La mesa, cubierta de un mantel de frescos colores
ia cuatro sillas forradas de cuero.
SD code mas que á los convidados, para los cua-
les ha
Starr, respondió la escocesa,
sl Eo
—Buenos dias, señor
rado en su choza. | quese levantó para recibir á su huésped.
de Simon Ford era Margarita, |
—0s vuelvo á ver con mucho gusto, Madge.
- —Y haceis bien, porque es un placer el volver.
ver á aquellos para quienes uno ha
O a doo 00
conviene hacerla esperar, ni tampoco al señor Síarr
8 E taciones ba'nearias cerca de Edimburgo.
—Mujer , la sopn espera, dijo S
| Madge es en inglés abreviavura de Margarita,
4