Full text: Las Indias negras (3,8)

  
  
  
  
  
LAS INDIAS NEGRAS 
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¿Un buque en peligro! dijo Jack Ryan. 
llos vientos que azotaban la costa. El puertecito de | 
Irvine no era frecuentado —á lo menos por buques 
de cierto porte.—Los barcos mercantes de vela 6 de | 
vapor atracaban mas arriba, hácia el Norte, cuando 
querian llegar al golfo de Clyde. : É 
Pero aquella noche algun pescador atracado á la 
orilla, hubiera visto, no sin sorpresa, un buque que 
se dirigia hácia la costa. Y si de pronto hubiese apa- 
recido el dia, habria visto , no ya con sorpresa, sino 
con espanto, que aquel buque corria elante del 
viento á toda vela. Equivocada la entrada del golfo, 
no tenia Ñ ningun refugio entre las rocas formida- 
bles del litoral. Y si aquel buque se obstinaba en 
seguir, oómo podria salvarse? 
La velada iba á concluir con una última historia 
de Jack Ryan. Sus oyentes, trasportados al mundo 
de las fantasmas, estaban en condiciones á Ine supra 
para convertir en un acto de credulidad cualquier 
suceso infausto. : 
Dé pronto se oyeron gritos afuera. 
La noche era oscurísima, Grandes ráfagas de 
viento y de lluvia corrian por la playa. 
Dos 6 tres pescadores, cerca de una roca, para Fe- 
sistirmejor los golpesde viento, daban grandes itos. 
Jack Ryan y sus compañeros corrieron hácia el 
grupo que formaban. A ; 
Pero aquellos gritos no se dirigian á los habitantes 
de la quinta, sino á una embarcacion, que sin saber- 
lo, corria á su perdicion. : 
En efecto, á algunos cables de distancia, aparecía 
confusamente una masa sombría. Era un buque, 
como se conocia fácilmente por sus luces; porque 
llevaba en el palo de mesana una luz blanca, á es- 
tribor una luz verde y á babor una luz roja. Se le 
veia, pues, Lar? la proa, y era evidente que se dirigia 
velozmente hácia la costa. 
—¡Un buque en pao dijo Jack Ryan. 
í, respondió uno de los pescadores; le conviene 
virar de bordo y no podrá hacerlo. * : 
—¡Señales, señales! gritó un escocés. 
  
Jack Ryan suspendió en seguida su cuento , y to- 
dos dejaron precipitadamente la granja. 
—¿Y cuál? preguntó el pescador. Con esta borras- 
' ea nó puede tenerse ni una luz encendi 
   
  
	        
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