LAS INDIAS NEGRAS.
hacia algun tiempc estaba ya empleado en los traba-
jos del interior de la mina. ,
Jacobo Starr y Simon Ford se conocian, y cono-
ciéndose, se estimaban mútuamente.
??¡Adíos, Simon! dijo el ingeniero.
??¡Adios, señor Jacobo! respondió el capataz; ó
mas bien, dejadme decir: ¡hasta la vista!
??¡Sí, hasta la vista, Simon! responlió Jacobo
Starr. ¡Sabeis que tendré un placer en volver á ve-
ros y en hablar del pasado de nuestra vieja Aber=
foyle!
??Ya lo sé, señor Starr. O
- ??Mi casa de Edimburgo estará siempre abierta
para vos.
??¡Está muy lejos Edimburgo! contestó el capataz
meneando la cabeza. ¡Sí! ¡Muy lejos de la mina
Dochart! !
??¡Lejos, Simon! ¿Pues dónde pensais vivir?
??Aquí mismo, señor Starr. ¡Nosotros no abando-
naremos la mina, que es nuestra madre, porque su
sustancia nos ha alimentado! Mi mujer, mi hijo y
yo nos arreglaremos como podamos para serle fieles.
??¡ Adios, pues, Simon! dijo el ingeniero, cuya
voz, á pesar suyo, demostraba su emocion.
- ??¡No! os repito, ¡hasta la vista, señor Starr, res=
pondió el capataz, y no adios! A fé de Simon Ford,
- Aberfovle volverá á yernos.
El ingeniero no quiso quitar esta última ilusion al
capataz. Abrazó al jóven Harry, que le miraba con
sus grandes ojos conmovidos. Apretó por última vez
ze mano de Simon Ford, y abandonó definitivamente
a mina.
Esto era lo que habia pasado hacia diez años. Pero
4 pesar del deseo que habia manifestado el capataz
de volver á verle, Jacobo Starr, no habia vuelto á
-o1r hablar de él.
- Habian pasado, pues, diez años de separacion,
cuando la carta de Simon Ford le invitaba á tomar
sin dilacion el camino de la antigua mina carboní-
- Tera de Aberfoyle.
¡Una noticia que debia imteresarle! ¿Qué seria?
¡La mina Dochart! ¡El foso Yarow! ¡Qué recuer-.
dos traian á su imaginacion estos nombres! ¡Sí! ¡El
- buen tiempo del trabajo, de la lucha; el mejor tiempo
de su vida de ingeniero!
- Jacobo Starr no hacia mas que leer la carta. La
daba vueltas en todas direcciones. Sentia que Simon
Ford no hubiese añadido siquiera un renglon mas. '
Le culpaba de haber sido muy lacónico.
¿Era posible que el antiguo capataz hubiese des-
cubierto algun nuevo filon que explotar? ??¡No!
Jacobo Starr recordaba el minucioso cuidado con
le, antes de cesar definitivamente los trabajos. -
- El mismo habia hecho las últimas calicatas sin
encontrar ningun nuevo depósito en aquel suelo
arruinado por una explotacion excesiva. Se habia
tratado hasta de buscar el terreno carbonífero bajo
las capas, que son siempre mas inferiores, como el
gres (1) rojo devoniano; pero sin resultado.
Jacobo Starr habia, pues, abandonado la mina
con la absoluta conviccion de que ya no poseia un
átomo de combustible. No! A
??¡No, se decia, no! ¿Cómo creer que lo que se
haya podido escapar á mis investigaciones, lo habrá
podido encontrar Simon Ford? ¡ Y sin embargo, mi
??antiguo capataz debe saber muy bien que solo una
cosa en el mundo puede interesarme! ¡Y esta invi-
tacion que debo
Los grés que se encuentran en los terrenos primarios son
unidas gencralménte por un cemento calizo. Aunque los
logos españoles suelen llamar arenisca á estas capas de la cor=
no la palabra grés se usa demasiado para prescindir
que habian sido exploradas las entrañas de Aberfoy- |
y
Jacobo Starr venta siempre á parar á lo mismo.
Por otra parte, el ingeniero tenia á Simon Ford
por un hábil minero, dotado particularmente del ins-
tinto del oficio. No le habia vuelto á ver, desde que
había sido abandonada la explotacion de Aberfoyle,
y hasta ignoraba qué habia sido del pobre ap per
No podia decir en qué se ocupaba, ni siquiera dónde
vivia con su mujer y su hijo. Todo lo que sabia era
que le daba una cita en el pozo Yarow; y que Har-
ry, el hijo de Simon Ford le esperaba en la estacion
de Callander todo el dia siguiente. Se trataba, pues,
sin duda de visitar la mina Dochart.
??¡Iré, iró! se decia Jacobo Starr, que sentia cre-
cer su excitacion á medida que avanzaba el tiempo.
Este digno ingeniero pertenecia á esa categoría de
personas apasionadas, cuyo cerebro está siempre en
ebullicion, camo una vasija de agua colocada sobre
una llama ardiente. Hay vasijas de estas en que las
ideas cuecen á borbotones y otras en que se evapo-
ran pacíficamente. Aquel dia, las ideas de Jacobo
Starr, estaban en completa ebullicion.
Pero en estos momentos sucedió un incidente
inesperado, que fue la gota de agua fria destinada á
regrda instantáneamente la condensacion de todos
os vapores de aquel cerebro. |
En efecto, á las seis de la tarde, por el tercer
correo, el criado de Jacobo Starr le llevó una nueva
carta. y
Esta carta estaba encerrada en un sobre grosero,
cuyo sobre-escrito indicaba una mano poco amaes-
trada en el manejo de la pluma.
-Jocobo Starr-rompió el sobre. No contenta mas
que un pedazo de papel, que amarilleaba de viejo, y
ue parecia haber sido arrancado de algun cuaderno
uera ya de uso. co
- En este papel no habia mas que una frase, que
decia así: i
??«Es inútil que el ingeniero Jacobo Starr, se
ponga en camino;?? la carta de Simon Ford ya no
tiene objeto.»
: Y notenia firma.
CAPITULO UL.
POR EL CAMINO.
Todas las 1deas de Jacobo Starr se detuvieron
bruscamente, cuando leyó esta segunda carta, con=
tradictoria con la primera. ]
- ??¿Qué quiere decir esto? se preguntó |
Jacobo Starr volvió á coger el sobre, medio roto.
Llevaba, lo mismo que el otro, el sello de la admi=
nistracion de Correos de Aberfoyle. Venia, pues, del
mismo punto del condado de Stirling. No era, evi-
dentemente, el mismo minero el q la habia escri
to; pero evidentemente tambien el de esta
¡gunda carta conocia el secreto del capataz, puesto
| que invalidaba la invitacion dirigida al ingeniero
para acudir al pozo Yarow. A LO
- ¿Seria, pues, exacto que la primera carta no tu-
viese ya objeto? ¿Se querria impedir á Jacobo Starr
que se pusiese en camino, útil ó inútilmente? ¿No
habria una manévola intencion que tuviera por ob= .
jeto destruir los proyectos de Simon Ford?
Esto fue lo que pensó Jacobo Starr despues de
una madura reflexion. La contradiccion que existia
[ est | entre las dos cartas, no consiguió sino avivar su de-
guardar en secreto, para ir á la
seo de irá la mina Dochart. Pox otra parte, sien
todo esto no habia mas que una mustificacion, mas
valia asegurarse de ello. E E
Pero le parecia que convenia dar más crédito á la.
primera carta que á la segunda, es decir, á la pe-
" E
ticion de un hombre como Simon Ford, que al aviso
de su contradictorio anónimo.
autor de esta se=