Full text: Las tribulaciones de un chino en China (4,7)

  
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21 OBRAS DÉ JULIO VERNE 
  
  
Despues vendria ol cotafaleo, llevado en hombros de cincuenta lacayos. 
dadosamente colocado el ataud encargado para el 
funeral. Ni Wang, ni Sun, ni ninguno de los cria- 
dos del yamen tenian motivo para extrañar aquella 
llegada porque, como hemos dicho, nó hay ningun 
chino que no quiera poseer en vida el lecho en el 
cual le han de tender para siempre. 
Aquel ataud, obra maestra del artista de Liao- 
Cheu, fue depositado en la sala de los antepasados. 
Allí, cepillado y cuidado con esmero, debia esperar 
largo tiempo, segun la opinion general, el dia en 
que el discípulo del filósofo Wang pudiera utilizar- 
lo.... No pensaba lo mismo Kin-Fo. Sus dias estaban 
contados y se aproximaba la hora que debia relegarle 
entro los antepasados de la familia. 
En aquella noche, en efecto, Kin-Fo habia re- 
suelto definitivamente salir de esta vida, 
Durante el dia llegó una carta de la desconsola- 
da Le-u. 
La jóven viuda ponia 4. disposicion de Kin-Fo lo 
poco que poseia. Las riquezas no eran nada para 
glla ; sabria vivir pobre; lo amaba. No necesitaba 
  
mas. ¿No podrian ser felices en una situacion mas 
modesta? 
Aquella carta en que brillaban los sentimientos 
mas puros del afecto mas sincero, no modificó la 
resolucion de Kin-Fo. 
— Solo mi muerte puede enriquecerla, dijo para sÍ. 
Faltaba decidir dónde y cómo se consumaria el 
acto supremo. Kin-Fo experimentaba una especie 
de placer en arreglar estos pormenores y esperaba 
en el último momento tener alguna emocion, por pa- 
sajera que fuese, que hiciera palpitar su Corazon. 
En el recinto del yamen se levantaban cuatro 
kioskos adornados con toda el gusto que distingue 
el talento fantástico de los adornistas chinos. Tenian 
nombres significativos; se llamaban: el pabellon de 
la Felicidad, donde Kin-Fo no entraba nunca; el pa- 
bellon de la Riqueze(. 11 cual no miraba sino con el 
mas profundo desprecio; el pabellon del Placer, cu« 
yas puertas desde hacía largo tiempo estaban cerra« 
das para él, y el pabellon de Larga vida, que había 
resuelto mandar derribar, 
  
  
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