LAS TRIBULACIONES DE UN CHINO EN CHINA 39
ctar ia dicha, erá necesario haber conocido la desgra-
cia, haber esperimentado penas y tormentos como
decia Wang, ya habia hecho la esperiencia.
Y además, corriendo de la manerá que corria, no
habia dejado,:le encontrar en su camino muy buenas
ersonas sil" un cuarto y que, sin embargo, eran fe-
ices. Habia podido observar las formas variadas de la
felicidad que dáel trabajo desempeñado alegremente.
Aquí labradores encorvados sobre los surcos que
estaban abriendo; allí óbreros que cantaban mane-
jando sus herramientas. ¿No era precisamente á esta
ausencia del trabajo 4 la que Kin=Fo debia la ausen-
cia de deseos y, por consiguiente, la falta de felici-
dad en el mundo? ¡Ah!; la ecrion era completa: á lo
menos así lo creia... pero nó, amigo Kin-Fo, no lo
era todavía. :
Al fin buscando por todas partes y llamando á
todas las puertas de la aldea, Craig y Fry acaba-
ron por descubrir un vehículo, pero uno solo, el
cual no podia llevar mas que una persona, y, Cir
cunstancia mas grave todavía, no habia motor para
el dicho vehículo. Era una especie de carro, como la
carretilla de Pascal y quizá inventada antes por esos
antiguos inventores de la pólvora, de la escritura, de
la brújula y de las cometas. Solamente que en China
la rueda de este aparato, que es de un gran diáme-
tro, está situada, no al estremo de las varas, sino en |
se mueve como la rueda central de ciertos
medio
barcos de vapor. La caja está, pues, dividida en dos
partes segun su eje; la una, en la cual se puede es-
tender el viajero, y la otra, que está destinada á con-
tener su equipaje.
El motor de este vehículo es, y no puede menos de
ser, un hombre que empuja el aparato hacia ade-
lante para lo cual se situa detrás del viajero, y así no
le impide la vista como hace el cochero de un cabrio-
1é inglés. Cuando el viento es bueno, es decir, cuan-
do sopla en popa, el hombre aprovecha esta fuerza
natural que no le cuesta nada; planta un mástil á la
popa de la caja del vehículo, desp'iega una vela cua=
drada, y en los grandes golpes de viento él es quien,
en vez de empujar el carruaje, es arrastrado á veces
mas deprisa de lo que quisiera.
Comprado el vehículo con todos sus accesorios,
Kin-Fo tomó asiento en él,y como el viento fuese
bueno, desplegaron la vela.
—Vamos, Sun, dijo Kin-Fo.
Sun se disponia sencillamente á tenderse á la zaga.
—A las varas, gritó Kin-Fo, con cierto tono que
no admitia réplica.
—Señor, yO... €8 pi yO... respondió Sun, cuyas
piernas se doblaban de antemano como las de unCa-
ballo fatigado.
—Tú tienes la culpa por ser largo de lengua y de-
"cir necedades. eo
—Vamos, Sun, dijeron Craig y Fry.
—A las varas, replicó Kin-Fo
quedaba de coleta al desgraciado lacayo; á las varas,
animal, y ten cuidado de no cometer torpezas, por-
que si no... ;
El índice y el dedo de corazon de la mano derech
de Kin-Fo separados ] aproximados despues, imitan-
do el movímiento de las tijeras completaron tan per-
fectamente su pensamiento, que Sun cogió las varas
con las dos manos despues de haberse pasado la cor-
rea por los hombros. Craig y Fry se situaron á los dos
lados dle la carretilla y con ayuda de la brisa, la pe-
yueña caravana comenzó á marchar áun trote ligero.
“Debemos renunciar á describir la rabia sorda éim-
jolente de Sun, convertido en caballo. Sin embargo,
raig y Fry consintieron en relevarle. For fortuna,
el viento del Sur les ayudó constantemente haciendo
las tres cuartas partes de la tarea. La carretilla esta-
ba bien equilibrada por la posicion de la rueda cen-
tral y el trabajo del conductor se reducia al del hom-
, mirando lo que le
bre as lleva la caña del timon do-un- buque; es de
cir, 4 mantener la máquina en buena direccion.
Con este tren pasó Kin-Fo por las provincias se
tentrionales de la China, marchando á pié cuando
esperimentaba necesidad de desentumecer sus pier-
nas, y volviendo á meterse en la carretilla cuando,
por el contrario, queria descansar.
Despues de haber dado un rodeo para no entrar en
Wan-Fu, ni en Ca-Fong, subió por las orillas del cé-
e bre canal Imperial, que hace apenas unos 20 años,
lantes de que el rio Amarillo hubiera recobrado su
antiguo lecho, formaba una hermosa vía navegable,
desde Su-Chen, el país del té, hasta Peking, en una
longitud de algunos centenares de leguas. +:
Así atravesó k Tsi-Nan y Ho-Kien y penetró en la
provincia de Pe-Chi-Li, donde se levanta Peking la
cuádruple capital del Celeste Imperio.
Así pasó por Tsien-Sun, defendida por un muro de
circunvalacion y dos fuertes, gran ciudad de 400 mil
habitantes cuyo ancho puerto formado por la union
del Pei-ho y del canal Imperial, hace un comercio que
se calcula en unos 170,000,000 de pesetas impor=
tando algodones de Manchester, tejidos de lana, co-
bres, hierros, fósforos alemanes, maderas de sánda=
lo, etc.; y exportando nenufar, tabaco de Tartaria,
té, etc. Pero Kin-Fo no pensó ni siquiera en visitar
en esta curiosa ciudad la célebre pagoda de los Su-
licios Infernales; no recorrió en el arrabal del Este
as divertidas calles de los Faroles y de la Ropa Vie-
ja; no almorzóen la fonda de la Armonía y dela Amis-
tad dirigidas por el musulman Leu-Lao-Kí, cuyos vi-
nos son famosos, por mas que Mahoma diga lo que
quiera; no mn su gran tarjeta roja, y ya sabemos
or qué, en el palacio de Li-Chong-Tang, virey de
a provincia desde el año 1870, individuo del Consejo
Privado y del Consejo del Imperio, y que lleva con la
túnica amarilla el título de Fei-tze-chao-pao.:*
No: Kin-Fo en su carretilla y Sun conduciéndola,
atravesaron los muelles donde se ostentaban monta-
ñas de sacos de sal; pasaron los arrabales, las conce
siones inglesas y americanas, el campo de carreras,
la campiña cubierta de sorgo, de cebada, de vides,
las huertas ricas en legumbres y frutas, las llanuras
de donde partian por millares liebres, perdices y co-
dornices perseguidas por el alcon y Otras aves de
rapiña. Todos cuatro siguieron el camino enlosado
de 24 leguas que conduce á Peking entre los árboles.
de civersas especies hn grandescañaverales del rio,
Jeneguron á Tong-Cheu sanos y salvos, Kin-Fo va»
iendo como siempre '200,000 duros, Craig y Fry es-
coltándole como desde el principio del viaje; y Sun,
cansado, cojo, impedido de las dos piernas y sin mas
coleta que tres pulgadas.
Era el 19 de junio. El plazo concedido 4 Wang es-
piraba dentro de siete dias.
¿Dónde estaba Wang?
CAPITULO XUI.
EN EL CUAL SE OYE EL CÉLEBRE ROMANCE DE LAS CINCO
'VÍSPERAS DEL CENTENARIO.
Señores, dijo Kin-Fo á sus dos guardias de corps,
cuando se detuvo la carretilla en el arrabal de Tong-
Cheu, no estamos ya mas que á 40 lis (1) de Peking,
y mi intencion es detenerme aquí hasta que haya pa=
sado el plazo convenido entre Wang y yo. En esta
ciudad de 400,000 almas, será fácil permanecer des-
conocido, si Sun no olvida que está al servicio de Ki--
Nan, simple negociante de la provincia de Tong-Cheu.
No, seguramente Sun no lo olvidaria. Su torpeza
le habia costado desempeñar durante los últimos ocho
' dias el oficio de caballo, y esperaba que el señor Kin-
Oj,....
(1) Cuatro leguas, A | 2