Full text: Las tribulaciones de un chino en China (4,7)

LAB TRIBULACIONES DE UN ÚHINO EN CHINA 
' taban el agua, abundante en peces, de la costa, 
y del alimento que sos compañeros de viaje empa- 
quetados en la boleya. 
Kin-Fo, Craig y Fry habian tomado alojamiento, 
bien 6 mal, bujo el alcázar de popa, y Sun en el 
de proa. 
Los dos agentes, siempre desconfiados, se habian 
entregado á un minucioso exámen de la tripulación 
y del ctas pero mula hallaron sospechoso en la 
actitud de aquella buena gente. Suponer que podian 
estar de acuerdo con Lao-Sco era completamente , 
inverosimil, pues que solo la casualida.| habia pues- 
to el junco % disposicion de su cliente; ¡y cómo la 
casualidad habia de ser cómplice del famoso tai- 
ing? La travesía, fuera de los ¡eligros que ofreciera 
a mar, debia, pues, proporcionar una tregua de al- 
unos dias á su alarma contínua. Por eso dejaron á 
in-Fo mas solo que otras veces. Este no se disgustó 
de su soledad. Se metió en su camarote y pudo filo- 
sofar á sus anchas. ¡Pobre hombre, que no hab'a 
sabido apreciar su dicha ni comprender lo que valia 
aquella existencia exenta de cuidados en el yamen 
de Shang-Hai! ¡Pobre hombre, á quien el trabajo 
hubiera podido trasformar! Si volvia á entrar en po- 
sesion de su carta, ya se veria si la leccion le habia 
servido de algo y sl el loco no se habia vuelto jui- 
Cl0S0. e 
Pero aquella carta, ¿la recobraria al fin? Sí, sin 
duda ninguna, pues ne pondria precio á su restitu- 
cion. Aquella no podia ser para Lao-Sen mas que 
una Cuestion de dnd: Sin embargo, era preciso 
comprarla y no ser sorprendido: gran dificultad. 
Lao-Sen debia estar al corriente de to.lo lo que ha= 
cia Kin-Fo, mientras que Kin-Fo no sabia nada de 
lo que hacia Lao-Sen. De aquí el peligro sério que 
correría luego que hubiera desembarcado en la pro- 
vincia esplotada por el tai-ping. Todo consistia en : 
sorprenderle Evidentemente Lao-Sen preferiria co- | 
brar 50.000 duros en vida de Kin-Fo que la misma 
cantidad á su muerte, porque esto le evitaria un viaje 
á Shang Hai y una visita 4 las oficinas de la Centena- 
ria, cosa peligrosa para él, cualquiera que fuese la 
longanimidad del 
anterior. : 
Así pensaha el trasformado Kin-Fo, y puede creer- 
se que la noble viuda de Peking tenia una gran par- 
te en sus proyectos de porvenir.. 
Entre tanto ¿qué pensaba Sun? 
Sun no reflexionaba. Estaba ten:lido en el alcázar, 
a su tributo á las divinidades malhechoras | 
e 
golfu de Pe-Chi-Li. No lograba reunir en su men- 
te ninguna ideá sino para maldecir á su amo, al liló= 
sofo Wang y al bandido Lao-Sen. Su corazon era es- 
túpido, sus ideas estúpidas y sus sentimientos tam- 
bien. No pensaba ya en el té ni en el arroz. ¿Qué 
viento le habia llevado por allí, sin duda equivoca - 
damente? Habia hecho muy mal, diez mil veces mal, 
- en entrar al servicio de un hombre á quien se le ha= 
- bia antojado navegar. Daria de buena gana lo que el 
quedaba de coleta por no estar allí. Preferiria afeí= 
tarse toda la cabeza y hacerse bonzo. Tenia un ma= 
reo como si fuese un perro amarillo que le devorase 
el hígado y las entrañas. : 
Entre tanto, bajo el impulso de un buen viento 
. del Sur, el Sam-Yep seguia, 4 tres ó cuatro millas de 
- distancia, las costas bajas del litoral, que se esten- 
dian del Este al Oeste. Pasó por delante de Peh- 
Tang, á la embocadura del rio de este nombre, no 
lejos del sitio donde los ejércitos europeos realizaron 
su desembarco, y despues delante de Shang-Tung, 
de Shian-Ho, de las bocas del Tau, y de Hai-Ve-Tse. 
Aquella parte del golfo comenzaba á presentarse 
desierta. El movimiento marítimo, muy importante en 
el estuario del Pei-Ho, no se estendia 4 20 millas mas 
allá. Algunos juncos de comercio que hacian el ca- 
botaje; una docena de barcas pescadoras que esplo= 
un cargamento cuando vale la 
  
obierno acerca de su conducta 
  
15 
Lan 
almadrabas de la orilla; 4 lo lejos el horizonte, ¿o 
lutamente desierto: tal era el aspecto de aquella par- 
te del mar. : 
Craig y Fry observaron que las birras pescado» 
ras, aun aquellas que no pasaban de cinco á seis to» 
neladas, ¿ban armadas con uno ó dos cañoncito:. 
Hicieron esta observacion al capitan Yin, el cual 
respondió frotándese las manos: 
—Todo se necesita para imponer miedo á los pi- 
, Fatas. 
—¡Piratas en esta parte del golfo de Pe-Chi-Li! 
esclamó Fry. 
—Hay abundancia de esa buena gente en los ma- 
res de 'a China. : 
Y el digno capitan se echó á reir, mostrando las 
dos filas de sus dientes blanquísimos. 
—Parece que no les teme usted mucho, obser= 
vó Fry. 
—No, tengo aquí mis dos cañones, que son dos 
buenos mozos y que hablan muy alto cuando alguno * 
se les pone demasiado cerca. 
—¿Están cargados? laca Craig. 
—OUrdinariamente 
de ahora? 
os. O. 
—¿Por qué? preguntó Fry, 
—Porque no tengo pólvora, respondió tranquila- 
mente el capitan Yin. 
—¿Entónces para qué sirven los cañones? dijeron. 
Craig y Fry, poco satisfechos de la respuesta. 
—¡Para qué! esclamó el capitan. Para defender 
pena de defenderlo, 
cuando el junco está atestado hasta las escotillas-de 
e 6 de ópio. Pero hoy, con el cargamento que 
q €Vd... 
—-¿Y cómo, dijo Craig, han do saber los piratas si 
este junco vale 6 no la pena de ser atacado? 
—¡Teme usted la visita de esa buena gente? res- 
an el capitan encogiéndose de hombros y giran- 
o sobre sus talones. ] 
—Sí señor, dijo: Fry. ] 
—No traen ustedes ni siquiera una pacotilla á 
bordo. : E 
—Es verdad, añadió Craig, pero tenemos razones 
particulares para no desear esa visita. 
—Pues bien, estén ustedes tranquilos, respondió 
el capitan. Los piratas, si encontramos algunos, no 
darán caza á nuestro junco. : 
—¿Por qué? : : 
—Porque, sabrán de antemano á qué atenerse 80 
bre la naturaleza de su cargamento desde el instan- 
te que Je tengan á la vista. 
Y el capitan Yin les mostró una bandera blanc 
que flotaba á la mitad del palo mayor del junco. 
—La bandera blanca á media asta es la bandera 
de luto, y esa buena gente no se molestará para sa- 
quear un cargamento de ataudes. > 
- —Pueden creer que navegamos bajo pabellon de 
luto por prudencia, observó Craig, y venir á bordo 
para cerciorarse. 
_—Si vienen los recibiremos, respondió el capitan 
Yin; y cuando nos hayan visitado, se volverán como 
hayan venido. — a : 
raig y Fry no insistieron; pero no participaban, 
sino en muy corto grado, de la inalterable tranqui= 
lidad del capitan. La captura de un junco de 300 
toneladas, aun en lastre, ofrecia buen provecho á la 
buena gente de que hablaba Yio para animaria á ¡n= 
tentar el golpe. De todos modos era preciso resig= 
harse y esperar que la travesía se h ciera con to 
felicidad. o 
Por lo demás, el capitan no habia descuidado nada 
de lo que pudiera asegurarle un éxito favorable, 
En el momento de aparejar habia un 
 
	        
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