4 EL GENERAL NO IMPORTA
el caballo su galopar, dijérase que los horrores del
temporal le daban al noble bruto nuevos bríos, ó ha-
bía tal vez comprendido cuán necesario era poner
pronto bajo hospitalario techo la preciosa carga que
sobre sus lomos conducía: dos eran los jinetes, es-.
trechamente “abrazados y cubiertos por una negra y
amplísima capa de viaje...
De pronto, con la férrea mano y con la voz, de—
tuvo el caballero, casi en seco, el galopar del animal,
y un rayo que en aquel momento llenó con clarida—
des fosforescentes el espacio, nos descubrió que los
dos jinetes eran un hombre y una mujer; saltó á tie-
rra el caballero y, cogiendo en brazos á su compañera,
aun envuelta en la amplísima capa, se adelantó hasta
una casuca que al borde del camino levantaba sus en-
negrecidas paredes con aspecto de posada mísera, y
dió en la puerta repetidos aldabonazos que repercu—
tieron en las montañas lúgubremente; no bien se
hubo extinguido el eco del último aldabonazo se oyó
dentro de la casa una voz, no bien despierta todavía,
eritando: y
— ¡Quién va allá!
—¡Abrid, por Dios!
—¿A quién?
—¡Luego lo sabréis!—y añadió con rabia el caba-
llero:—¿0 es verdad que son cobardes los españoles?
La respuesta á semejante insulto fué que el meso—
nero corrió frenéticamente los cerrojós y abrió de par