(MEMORIAS DE UNA MENDIGA) | 11
—¿Qué manda usted?
—¿Cómo se llama usted?
—Critina Marcos.
-—¿Su oficio... ese por lo visto?
—No tengo otro... Fui rica... y señora; pero... ya no
soy nada... Tengo un nietecillo y para él trabajo.
—Entonces... es usted un ser bueno.
—No lo sé.
—¿Le gustaría ganarse dos mil pesetas en un momento?
—¡Dos mil pesetas! —contestó tristemente la anciana.—
Las gastaba en flores en un mes... hace años... No son
una fortuna ni mucho menos, pero... no le vendrán mal
a mi pobrecito nieto. ¿Que hay que hacer para ganarlas?
—Llevarse esto en su canasto... aa
El marqués presentó el lío que llevaba entre sus brazos,
del cual salió el lloro de la hija del adulterio.
—¡Un niño!— exclamó la trapera.
—Una niña... Casi lo mismo para el caso.
ex La trapera quedóse pensativa y como triste.
—¡Otra ángel abandonado! ¡Otro infeliz! —murmuró 4
tiempo que dos lágrimas caían de sus ojos. ;
De súbito preguntó:
—¿Qué haría usted de esa niña, si yO no la aceptase?
—Llevarla al torno... ó dejarla en un portal.
_—¡Venga, pues! —dijo con decisión la anciana. a
—Ahi ¡la tiene. lAhora... Ahí va el dinero en esta
cartera, agregó el marqués, sacando una muy plana