EL CAMINO DEL BIEN 9
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caricias, al pie de la ventana de esta estancia, no se mar-
chará sola. ¡No!... ¡Su hija la acompañará, y juntas nos
iremos á donde no sea posible que nos encuentren!
Secóse el llanto que bañaba su divino semblante, y,
con creciente temor, agregó:
—Pero, César... ¿A qué habrá venido César? ¿Con qué
fin se presenta en esta casa á pesar de mis prohibiciones y
de las de mi madre? Por mi amor, me prometió no pedir
cuentas jamás á mi padre, de su conducta con el de él.
¿Acaso por mi amor también, será por lo que viene á
esta casa? : :
Y apoyando los codos en las rodillas y sepultando la
cabeza entre las manos, quedó abismada en dolorosas
reflexiones.
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-. Veamos qué era lo que ocurría, entre tanto, en el des-
pacho del señor Vega.
Al quedarse solos éste y su visitante, cruzaron una
mirada fija, molesta.
—Caballero, —dijo el padre de Laura, —ha entrado
usted en esta casa con un aire algo incorrecto y expresán -
dose de un modo que ignoro á qué obedece. No le conozco
á usted, y no sé, por lo tanto, cuáles son sus derechos
para conducirse de ese modo. Tenga, pues, la bondad de
darme una explicación, á fin de saber si debo dispensar su
conducta, ó llamar á mis criados para que le enseñen la
salida de esta casa.
TOMO 1 : 2