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cuerpo. El que beba ese filiro, señora, ten- -
drá el corazón desgarrado, el alma oprí-
-míiide por una angustia que nada podrá
calmar, el cuerpo abrasado por un fuego
que nada apagará,
Ese hombre amará a aquella que le
haya dado a beber ese filtro. La amará,
quiera o no quiera. La amará con frenesí,
con locura, aun cuando la odie. Y su vo-
luntad, aniquilada, nada podrá contra es-
te amor. Amará Jocamente, sin poder es-
perar el término de “esa (pasión devora-
dora, ni aun cuando aquella a quien ame
tmuriese delante de él. Su frenesí, lejos de
exbmarse con las caricias de la mujer
amada, se exasperará. Pronto la fiebre ar-
diente invadirá sucesivamente todos los
Órganos de la vida, pronto la sangre no
será en Bu cuerpo sinar un tortrente de
lava, pronto su pensamiento no será sino
tma hoguera, y en esta combustión lenta
de su corazón, de su cuerpo Y de su cere-
bro, se sentirá morir, morirá con los mis-
tos rugidos, lag mismas blasfemias, las
mismas imprecaciones del judío a quien
arrojan a la hoguera, sólo que las llamas
de la hoguera matan en pocos minutos, y
esta llama del amor mata al cabo de va-
rios meses, tal vez de un año... un año,
que equivale a un siglo de inferno.
La reina había escuchado ávidamente
estas palabras, y a Mabel le chocaba que
no le hablase de Mirtila.
Está bien—dijo al fin Margarita ;—
dentro de dos horas estará Buridán en
ri poder.
- Mabel se estremeció.
pe ¿—Pero ¿y Mirtila ?—murmuró.
; En cuanto Buridán esté preso no ten-
dra más remedio qye, decir en dónde la
oculta.
Mabel aprobó con un movimiento ma-.
quinal de cabeza. ' y
Veía desmoronarse su plan de ven-
ganza.
—Pero ¿cómo podrá vuestra majestad
apoderarse de Buridán ?
.—¿No ha citado para hoy a Marigny
en el Pre-aux-Clercs ?
==; Y qué?
Folletin de EL LIBERAL
la casa donde se había refugiado
—Pues que Marigny acudirá a la €
Pero con él irán cuatro comipañías de
queros. En unión de Trencavel he %%
nizedo el plan de batalla y el lazo *
bien tendido. Además, yo estaré de
—¿Irá vuestra majestad al PIrétl
Cleres ?
—No, q la Abadía.
—¡A la Abadía!-—murmuró sorda
te Mabel. ye
Y pensó con rabia que la casa el pe
había visto entrar a Mirtila formaba y
te de la Abadía de San Gurmán de *4
Prados.
—Tú irás conraiigo—continmuó po
na.—Permaneceremos en una cabal]
una especie de choza que pertened*
abad, y en la que vive su jardinero:
Mabel palideció. Algo semejante a
imprecación murió en sus labios.
—¡Dios!-—murmuró en el fondo de
Entonces 3e decía Dios. Amtes se ba
dicho Ja fatalidad. Hoy se dice la (%
lidad. Y
Trreg términos que en el fondo $4
can la misma cosa. Los tres indican Y
cillamente el asombro del hombre en
sencia de Eenámenos que no puede €
carse, y
Y como se sien de impotente, hace Pis
venir en la explicación una fuerza €
ña, y como el hombre es incapaz de pe
bir una cosa que no tenga nombre, ! e
ne uno a esta fuerza, la rotula, 12
en una Caja y la'coloca cuidadosa
en una casilla de su cerebro, en donde?
encontrará siempre que la necesite:
Y por ello, a cada instante, vena
a cuento, y sólo porque esta expli ¡a
lo arregla todo, porque suprime tod0 m7
bajo de investigación de las causas gu
diatas o mediatas, oímos decir a al ds
personas: “¡La casualidad !” 03
man: “¡La fatalidad lo ha querido! ye
Mabel, no pudiendo comprender pat
un encadenamiento de hechos muJ 4
ral iba a llevar a Margarita de Bora
la, exclamaba: ¡Dios lo ha hechod