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280 de alegría duntinó sus negros
NOrque era precisamente hacia la ca-
ml o ella estaba, hacia donde Buri-
ligada a retirarse a Marigny.
da dió entonces rápid amente al-
E 4 5. Órdenes, a Frencavel, que se prech-
Cumplirlas,
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RTitos oíanse e la sazón en la misma
pes hízoge un profundo silencio.
Vanta Sá permaneció en:su puesto du-
AS tminutos. No tardó en ver a la
de car la de Trencavel que entraba e paso
a log da €n el £ Présaux-Clerse, rechazando
Victor Studiantes dispersos y trocando su
le Oria en derrot vide
Penta destacáronse de la compañía cua-
| o Unos y se dirigieron a la casa.
' Mabo] €s fué cuando la reina se volvió.
cia] Pensaba :
Plica al vez Dios haya escuchado mi sú-
ber ee vez Margarita no llegue a sa-
¡Oh MUe su hija está tan cerca de ella.
No! No lo sabrá...
FO Momento la reina abría la puer-
Pb la alcoba. Esta puerta daba al rellano
ka sala q al VES de madera que arrancaba de
Ca a, + el piso bajo. Y en aquel rellano,
Da Águra blanca que se inclinaba...
Up. el a!... ¡Maldición!...-——murmuró
T
D; bién la reina había visto a Mirtila.
1 cda acia ella en el momento en que
ins Pon Se precipitaba a la escalera para
tido. Mérse entre su padre y su prome-
penita de Borgoña se detuvo en el
Y escuchó,
MAS
y qua la casa por el piquete que Tren-
Ritó pr Stacara de gu compañía, hecho Bu-
Merit Tisionero, arrebatada Mistila por
s ta y Marieny, y restablecido, por
. e Silencio, el Pré-aux-Clerse reco-
yde” 2 Poco. su aspecto, habitual, y la
Jardinero Su tranquila aparien-
be hi
IE A A Y
X
Y entonces se estremeció. Un re-.
18
a
cía, sin que apenas se acordasen los part
sienses poco después de toda aquella tof-
menta, dado en aquel tiempo las sediciones
eran demasiado frecuenteg para dejar e
cuerdo duradero.
A VMirtila la habían encerrado en la sd
ccbita que ocupaba desde aquella mañana.
Margarita y Marigny bajáron a la sala
del piso bajo para celebrar consejo.
Margarita era la madre.
Marigny era el padre,
Cada uno de ellos, con intenciones die
ferentes, quería arrebatar al otro su hija.
Marigny estaba tan resuelto a no dejar
a Mirtila en manos de la reina, como ésta
a apoderarse de la joven.
Estos dos personajes parecían como do»
minados pór un mismo pensamiento, y la
presencia de Mabel contribuía a hacer más
dramática la escena »
Inmóvil, fijos los 0 en ly reina, indi.
ferente en apariencia, Mabel pensaba: '
ci yo subiese esa escalera... Si abrie-
se la puerta de la alcoba en que está en-
cerráda la hija de Margarita... n me la
llevase... ¿sería tan difícil, acaso?...
Muy despacito dirigióse a la escalera,
En aquel momento comprendía que odia-
ba a Mirtila con toda su alma. Si hubiese
podido matarla exponiéndose a que la mas
tasen lego a ella, lo hubiese hecho.
En el momento en que iba a poner el
pie en el primer escalón, dijo la veina tran.
quilamente:
-—Quédate, Mabel, no vestás. demás, Y
voy e necesitarte...
Mabel lanzó una especie de rugido, y ds
rante un segundo estuvo dudando sí co
rrería al piso alto y daría de puñaladas 2
Mirtila, para gritarle luego a la reinas .
—¡ Tú mataste a mi 1490 yo mato a tu
hija, estamos en paz!
Sin embargo, una especie de curiosidad
la obligó a volver al lado de Margarita,
que en aquel momento decía 4 Marigny+
-——Hemos encontrado a nuestra hija por
una verdadera casualidad. Pueda hablar
delante de Mabel, que conoce todos mis -
pensamientos. Mirtila no es solamente hi