í
Ss y Margarita le Habían dado de ma-
A al hijo de meadama de Dramans.
SÓN aquel momento veía a aquel niño
ia especie de sombrío desvarío, pro-
O por sus recuerdos y por los vapo-
*Ss del virio y de la hidromiel. Veíale muy
Pequeñito, con su carita sonriente y ro-
A de precioso pelito rubio. Veíale llo-
mE en sus brazos y creía oir sus gritos.
E reía, por último, la cabaña solitaria en
Onde le había dejado, y en donde no le
acontró cuando volvió a buscarle para de-
p Olvérgelo a su madre. Por un instante es.
0.2 punto de confesar a Malingre que
em abía matado al pobre chiquitín. Sin
de Talingre obrase por cuenta de Valois.
Eorque, ¿quién le aseguraba que el con-
Ne No había adivinado la verdad, y que una
ez adivinada no tenía interés en averi-
Me» €l paradero de aquel niño que era su
—Si—dijo Bigórne en voz baja—. Tie-
lo tazón. Aquello no es posible olvidar-
* 4e acuerdo como si hubiese sucedido
o Y me acordaré toda mi vida, aunque
ello Un siglo, lo que no es 1 pr obable. Para
: Será preciso que no hubiese un Cape-
Uche en Francia y que nadie fabricase
batas de cáñamo. Y aun así, quedaría el
Acha... ¡Sí que me acuerdo, Simón! Aún
1% Pareco que estoy llevándome a aquel
y “aja niño mientras la madre agonizaba
OS No sin sentir las sienes hume-
28. por un sudor de angustia, llegué
'YÍO, cuyas verdosas, aguas se deslizaban
Mamente. Dejé caer al niño, Las aguas
a 0n sobre él.. ¡Todo había con-
Beoeno había hablado eon voz tan som-
A Y tan trémula, que verdaderamente
ccía atormentado por los remordimien-
' Tadadablemente, si la escena del ase-
LO no era real, en cambio, sus remor-
lentos eran muy reales... porque, ¿no
pensado celtas la alominable or-
Valois y de Margarita bs
1 había escuchado mioviendo la ca-
Una. sonrisa diabólica enti -eabt ía su
a)
Argo, se contuvo pensando que hal vez
7%
boca desdentada, y parecía inaravillkrad se ]
del temblor y de los remordimientos cm... d
gorne.
muerto? .
— No cabe la menor duda | respondió A |
lets Ed con un suspiro.
Simón Malú ds evardó silencio durante
un instante;
encima de la mesa y la dejó caer sobre el
brazo de Bigorne, que estrechó. Y enton.
ces dilo: o
—Pues bien, Bigorne, supón ahora una
cosa, supón que el niño no ha muerto...
XXVI 54
En el que se trata del hijo del conde de
Valois y del alojamiento que encontró Lan"
celot Bigorne. d
— ¡Eh —
dando un brinco en su taburete.
Tornóse más misteriosa, más triunfante
la sonrisa de Simón Malingre, que conti-
nuó:
—Sí; supón, mi amigo Lancelot, que
atormentado por los remordimientog an-
tes, como lo estuviste después, no hubieras
ejecutado la orden de Margarita de Bx
goña y del conde de Valois, 1
—¡ Oh !—exclamó Bigorne, alireñisdlo 2]
—¡ Espera! Supón. quero queriendo arróe
jar al niño al río, lo hubieses depositado
en cualquier parte... en ura cabaña, ..
una choza abandonada, por ejemplo...
Bigorne estaba lívido, y su mano fué a
buscar disimuladamente lh empuñadura de
la daga. La verdad, o lo que él creía la ver"
dad, -apareciósele con su deslumbradora
evidencia; el conde de Valois sabía que su
hijo no había sido precipitado al río. ¿Cós
mo lo sabía? ¡Poco importaba!... Sabién.
dolo, había hecho que le buscase su criado,
su factótum, Simón Malingre. Y en aquel
momento, sin género alguno de duda, sun
girían unos hombres allí apostados...
—Si—pensó Bigorne—; pero Simón, que
133
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luego extendió la mano por
murmuró Lancelot Bigorne, :
-—¿ De modo—-dijo-—que el niño está bien E | y
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