__ Folietín de EL LIBERAL
y 8 había adivinado por ciertas iniciales halla»
dias en la ropa del niño...
2. —¡ Y esos mombres!-—murmuró Bigor-
- me, jadeando.
—¡Eso es lo que no pudo decirme! En
el momento en que iba a revelarme el nom-
bre que yo debía transmitir a Juan, selló
la muerte sus labios. Pero había tenido
- tiempo de contarme lo demás. Y verás lo
que me contó: ella y su marido encontra-
ron a. Juanito, y como adivinaron quiénes
eran sus padres, le conservaron en su po-
der para utilizarlo como un arma, andando
el tiempo, y sacar dinero a sus padres.
+ ¿Comprendes?
+. ¿Comprendo admirablemente; hablas de
estas cosas con una especie de pasión que
des presta claridad e interés.
-_¡«—Es porque yo me intereso por todas
_las acciones nobles. Desgraciadamente el
marido murió al año de haber hallado a
Juanito. En cuanto a Margentina, parece
que se arrepintió, renunció al proyecto pri-
mmitivo, y educó lo mejor que pudo al nifio
que había hallado, aplazando de un día
para otro las revelaciones que quería ha-
- eerle. Llegó un día en que el mozo quiso
rnarcharse a París. Tampoco aquel día ha-
'bló, pero se propuso ir a buscar a Juan
para contárselo todo; la muerte, que legó
más pronto de lo que ella pensaba, se lo
“impidió. Alquí tienes la historia. ¿Qué te
parece?
- Interesante, te lo repito, y relatas a
maravilla, Pero espero la continuación.
-. —¿De modo que crees que tiene uns
continuación ? — preguntó Malingre, con
- burlona entonación.
"Todas las cosas tienen -un principio,
una continuación y un fin. Conocemos el
principio; ahora necesito la continuación.
Te equivocas, Bigorne, no conoces el
: principio, y voy a contártelo. Pero, ante
- todo, quiero acabar de referirte mi viaje
4 Bethune. Mi amor hacig mi pueblo natal
se calmó en el momento en que pude dar
por terminados los asuntos que me había
“encomendado mi amo el conde de Valois,
feliz coincidencia que me permitió regresar
A París. Maxgentina había muerto; yo me
Y
daa
olvidé de Juan. Como es natl
dé con la cadenita de plata y *
dallón del diamante, que cofiten
Vendí el diamante. Pero conselY”
dalión con el pelo. Olividéme, pues,
pleto de Juanito, hasta que hace P*”
flexionando en ciertas circunstandas
ciertas palabras que me dijo mus
acordé bruscamente de él Entont
cuando decidí buscarte, Bigorne-"".
voy a contarte el principio: ¿saber
de encontraron a Juanito, Margentida
marido, cuando atravosaban el reino,
dirigirse a Flandes ?... ia uró.
-—¿Cómo he de saberlo ?—mulM
gorne, con voz ronca y trémula,
biese podido parecer extraña a *
—Pues bien—prosiguió Simón
gre —; hallaron a Juanito... 5€*
¡Le hallaron en una choza de UD '
de Dijon... Vamos Bigorne, ¿%*
seguro de haber ahogado al ott0;
Y Srmón Malingre clavó una 122
netrante en los ojos de BigorHt:.
Este lauró un suspiro, se pas0
por la frente y respondió: q
-—¡Bien quisiera no estar segur”
tendría ese remordimiento sobre 14
ciencia, Aun veo al pobre niño 28
en la superficie del agua y sumergl
luego repentinamente. Permane 2
ca de una hora, como enloquecido
que acababa de hacer!... ¡El hijo
lois está bien muerto!... ¿0
—Bien. Ahora es preciso que Y
por qué Gillonne y yo te necesitan
bes cónto se llamaba el marido de E
tine? En otros términos, ¿sabe va
el apellido que adoptó y que aún ao
nito, el niño a quien hallaron Cerá
jon en una choza abandonada?
—«¿Cómo quiéres que lo sepa:
Bigórne, que, sin embergo, en $
pronunció el nombre y se estre
lentamente. . ASA
-—¡ Buridán!—dijo Simón MaMé
—;¡ Buridán ! — repitió sorda
gorne. e
¡Sí! ¡Esperaba olr este no0