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a
1
] Di que daréis client 2 mon-
lor Enguerrando de Marigny la orden
o, Oponñerse a mi matrimonio con su
. “Log labios de Margarita se entreabie-
Fon como en una silenciosa sonrisa.
—Y, por último -—— añadió Buridán—,
ue harója justicia a la memoria de pes
Amigos Felipe y Gualter d' Aulay, ases
Mados por vos. Justicia que será conbllta
¡ando hayáis dado la orden de devolver
a '.£82 familia la fertuna que viestro mi-
mn tro le ha robado. Con estas condicio-
S, señora, consiento en vivir. Si no, ¿para
$ me servirá la vida?
rta bien=—murmuró Margatita, cu-
ojos relanpaguesban-—. Despreciada,
, par tí, ofendida en este instante
por to vostrera negativa a acep-
"el amor y el poder que juntamente te
Decía, hubleso deseado Una Venganza
Var eta y más digna de mí. ¡Te sus-
S a ella por la muerte! ¡Sea! ¡Muere,
Y adiós! ¡Adiós para dutire!
Moe dirigió su última mirada a
Midán, que permanecía impasible. Y
vella mirada ta) vez fueso la expresión
qua sincera admiración.
q ega, lanzando un suspiro, se volvió
Se dirigió hacia la puerta.
toa, tonces advirtió, con una vaga inquie-
Que aquella puerta, que ella había de-
ado. abierta, estaba cerrada. Esta inquie-
se trotó en una especie de terror cuan-
"0 vió delante de de a log enmascarados,
ves y silenicióso
es Qu énes sois pa eiuntó
ión altanera que revel 2Da
Cómo no obtuviese respuesta
—¡A mí! ¡A mí, valientes!..
2 puerta permaneció cerrada. Nadie
cdi, ¿Qué sucedía én la Torre?... ¿Por
ué 0ía al otro lado de aquella puerta un
r semejante a una risotada?... Esta
Un sudor frío humedeció su frente.
él silencio del subterráneo, aquel hom-
hvenenado que tál ver cayese muerto
o de un instante, aquellog dos howm-
con ento-
su orsuto.
, gritó:
me ¿Dal
en tanto que el otro irradiaba o
E. e
bres enmascarados, que no Ja A mo:
vimiento... Margarita sintió que su fora”
zón se llenaba de espanto.. dd
—¿ Quiénes sols ?—repitió con voz ná;
a pesar de tedo-—. ¡Cuando 1; reina. mu”
da es preciso obedecer! ¡Hablad!
Los dos hombres se arrancaron ento
ces con un ademán idéntico los antifa e.
que cubrían sus rostros, (
Por un instante permaneció. Margarita.
como paralizada por el estupor:
Luego, gu rostro se descompugo. ,
Empezó a retroceder, lívida, con los ojos
que parecín salirse de las órbitas, fi 93
en aquellos dos rostros, semejantes. ap*
hos a dos rostros potrificados, pero uno
de los cuales revelaba una Féicda mortal,
10...
Luego, bruscamente, se tapó lag en
con las E. y, entre jadeos de
sato terror, murmuró.
il Felipe y Gualter d'Aulnay! dá es-
4-3
ya
lo pS
pectros de la Torre de Nesle!
Lreoprerpnoóno..n..er. e... prso. .. e MM ....o. «so
Buridán no se había movido. Tal esee-
na desarrollábase en medio de un silencio
fánebre, : BA
Margarita de Borgoña siguió retroce-
diendo hasta el inomento en que se encon-
tró acorralada en un rincón, Al pasar tro-
pezó con la mesa, que vatiló; el tinteno
de los jarros de estañm y de los vases fué
el único ruido que rompió el silencio, pero
ninguno de los presentes lo advirtió, :
Era aquel para ellos un instante: inolvi:
dabie de angustia,
Margarita ex EY prin un eau vis
vísimo ante aquella visión que las superati-
ciones de la época hacían posible, vetosÍ:
niil. sa
Buridín, indudablemente envenenado
peraba el insta ante en que había de ps
se en la nad:
Felipe na que de su coraRÓN, se apo:
deraba el amor, dominándolo E A
la
precio, cólera, hasta él temor de
xima muerte de su amigo... '
Gualter murmuraba sordag imprecac
nes y se preguntaba cómo mataría a a