á ErENAS hecesaria
-. tinamente el rey, dnd se-una palmada en
pos a OA ESE A PIS
el dorgóñón, a. “vósotros, mis fieles conse-
- po me dirijo. ¿Qué debemos hacer?
,Señor—dijo Valois—, yo creo que una
misa “solemne, como decía hace un mo-
e mento vuéstra Majestad...
"Si, sí, «ciertamente. Y añadiremos JAS
Pero—-añadió repeñ
la frenté-—,' ¿quién sabe si no tendremos
alguna falta que echarnos en cara?: ¿una
falta: por la cual nos castiga el Cielo en
muestros afectos? Esa hechicera, por ejem-
pios ¿no debíamos haberla quemado ya?
Luis se había levantado y se paseaba
con “Agitación.
Valois palideció. Marigny, no obstante
des certidambre de que Mirtila estaba en
salvo, bajo la protección de la reina, se
estremeció hasta el fondo de su ser.
eL —Marigny, vos quedasteis encargado
de instruir el proceso. ¿Terminó ya?
gra señor-—respondió Marigny—. La
Dechicera está condenada.
*Marigny mentía. Pero este era el único
medio de calmar al rey y de apartar, tal
vez, su pensamiento de tan peligrosa con-
versación. Y, en efecto, Luis hizo un ges-
to de satisfacción.
' —Valois—continuó-——, 0s nombré gober-
mador del Temple para que no perdieseis
la vista a la hechicera. ¿Qué hace? ¿Qué
dice? ¿No habrá conseguido Ttealizar en
el fondo de su calabozo algún maleficio
del que sea víctima la reina?
“Valois se estremeció; pero respondió
con voz firme:
Señor, a la prisionera be la vigila
dsho y día. Yo mismo la interrogo con
frecuencia, y puedo asegurar a vuestra
Majestad que le es imposible entregarse
NY ninguna ' obra infernal.
¿Valois mentía, como había mentido Ma-
rigny. Los dos hombres se miraron de
e pus En aquel momento, en cada uno
de ellos estuvo a punto el odio de sobre-
onerse al amor. Valois se mordió los la-
E no gritar:
ido el proceso no ha comenzado!
Marigny hubiera dado sy fortuna
róletin de Er LISERAD
tenido algo que decirse. Tal yez el
cha de Santa Catalina, cerca de 1
por poder anonadar a su adversa
tando: : ic
-—¡Seños, la hechicera se ha: eS
del Tempie! 5
Luis, apaciguado por estas noticias
bía vuelto a sentarse en su sillón.
-—Puosto que la hechicera está
nada, es preciso acelerar su ejecución
ejecución, ze verificará con gran 80
dad. Y para que el pueblo pueda P
ciarla, tendrá lugar en la plaza de ú
Además, y para tranquilizarme C0
tamente, iré esta noche al Temple»
lois :, quiero ver a la hechicera y hablé
yo mismo...
Valois se quedó. aterrado... a
Ya el rey se había levantado. Pasa!
con la excesiva volubilidad de su (4%
ter, de la inquietud a la alegría, corHa
cuarto de la reina, para informarla Ye;
acuerdos adoptados en el Consejo de ?
tado con el fin de conseguir su cura
Valois y Marigny permanecieron un 4
tante Pfreñte a frente, como si hub! MATA Y
gro común estuviese a punto de un
Marigny pensaba:
—Esta noche sabrá el rey que Mit
no está en el Temple. ¡Si manda pren
a Valois, sin darle tiempo a hablar, %%
una solución! ¡Pues bien: Cs preciso
eso suceda! ¡Es preciso que asta he
quede detenido Valois, por compi
con la hechicera!
Y Valois se decía:
—Si; sufrirá cruelmente viendo mo
a, esa niña... Pero, puesto que esa. e
única manera de s salvarme, forzoso €
muera. Es necesario que esta misma
che la encuentre el rey en su cala
Tengo todo el día por delante para ' |
derarme de ella, ,
¡Hay tiempo!
Marigny habíase dirigido, lo mism
el rey, a las habitaciones de la re
conde de Valois salió del Louvre,
según Sy costumbre, de una im
escolta de hombres de armas, y
minó a su palacio, situado en la