La Torre de MWNesia
m3,
E emprendido t-Oía a los arqueros maldecir
a! pa hechicera Mirtilas ¡Y la joven tam-
¡E Pin los oía!
miNo es posible, ésto es un sueñol—
cb lo o 1urÓ Mabel, apartando de su frente
e) (0% Mechoñes de $us cabellog griseg—.
A: 0! ¡Van a prender delante de mí a
di e que salvó a mi hijo! ¡Y la mata-
lor. Mi hijo... mi hijo morirá de do-
hen Madre, querida madre! ¿os? ¡Han
-“Ccho saltar la puerta!
9 la tabel. medio lota, arrastró a Mirtila a
só tores vitación que le serv'a de labora-
yb estan Ponto l=Susurrós=, Escucha, vas a
' Yte aquí. No te muevas. Espérate has-
el de que yo venga a abrirte. Si me pren-
y yA, tendrás que esperar mucho tierapo...
3 “Pero a mí no me prenderán !
se Mientras pronunciaba estas palabras
448 ento I<bril, apartó los estantes que
Ap Stentabán los frascos y apareció una
pre de nicho lo suficientemente gran-
fl a Pé que en él hallase asilo úna sola
pe Dersona,
A be airtila, empujada por Mabel, se ácu”
qe dán 9 en el nicho. Y la madre de Bori-
ton do abués de cerrar la puerta del es-
¿0 Po $e o 20 a pre
Hr O esto, la entrada del nicho resul-
ei taba invisible, :
eta volvió a ponerse el antifaz que
los “DIS llevaba, y esperó, jadeante. Oyó
Baásos de muchos hombres qué subían
ción Luego vió la luz de las
“etidia as (que los arqueros habían en-
Que á O. Entonces, dominando el terror
Puerto hacía temblar, dirigióse hacia la
0, y del laboratorio, Y, sin esperar a
6 ban entasen forzarla, la abrió de par
on
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A IR RE UU E NN
elón Pués de la poca amorósa conversa-
6h q QUe había tenido con Gillonne, su dul-
) Smetida, Simón Malingre puso ante
babe én lugar seguro, el dinero que aca
Ya de birlarle,
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ESA $
50 1
o
pb lay dre! ¡Madra querida! ¡Salvad
Luego se encaminó al
cementerio-de.los Inocentes:e hizoque le
enseñasen la Casa pro En. cuanto
Se convenció de que la citada casa:existía
realmente, interrogó ¿on habilidadia los
vecinos, y de sus respuestas; más 6 menos
contradictorias, sacó en consecuénció que
la casa indicada por Gillonñe estabáshabi-
tada por dos mujefes. Entonces cofieió. al
Temple y preguntó al conde de Valoig;
—¿¿A qué hora debe venir el rey"á ven
a la hechicera? E
—A eso de las once, porque el: Tey no
quiere que los parisienses se enteren de
esta visita. A
Bien, A lás diez nos apodétraremgs de
la hechicera. AA qc E
Valois lanzó un suspiro. Aquella Hechi.
cera era Mirtila!... Por última vez satablós
se eñ su interior tna lúcha entre Já bas
sión que le inspirába la jóven y el: Miédo
al patíbulo. Convencido de que mátaában a
Mirtila si la detenía, conventido de que
le ahorcaríán a él si no la prendía, Valois
lamentaba amargamente no haber huído,
En el fofido, el miedo de sobreponia al
amor. y AS
Si hubiesa huido << decía, paseñiidósa
a Erandes zaticadas«—, Mirtila estabá gals
vada y yo también. ¿Por qué me ló has
impedilo? * | ;
«31, monseñor, pero dejabais el ¿áms
pó libre al tal Marigny! ¡Huir! ¿Y quién
Os impedirá huir mañana? Sólp qué en
lugar de huir solo, or marcháis con 14 he»
chicera. Pero, si me hácéisg caso, ño ten:
dréig necesidad de llegar a €sé extrémo..s
Reanimado por estas palabrás, el Con-
de de Valois llamó a quince dé sis ar-
queros, en los que tenía gran cobflanza,
y leg habló de la expedición seerretá que
debían realizar. Luego, a la hora *indi-
cada ls peqtieña fuerza, mandada por el
propio Valois y guiado por Simón Malin-
gre, se encaminó al cementerio de log Ino«
centes.
Cuanto más perisaba en ello, más Se tbm
vencía Carlos de Valois de que la aventus
ra podía concluir a medida de sús deseosa
Lo peor que podía sucederle, en el caso
de que no le fuera posible vencer su pa:
ERUDO E E