La Torre de Nesile
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8 ¿Apo
en Rubiese oído—, en el Louvre tal vez
» 98 aliados, pero aquí no lo somos.
up or qué, Mabel; por qué? di
OTque aquí yo no soy Mabel.
e Cquión ho eres... ¡Oh! Pero entonces,
¿pa bie eros ?... Me parece, en efecto, que
EA Ye de ti voz no es el mismo que en
ley OUVre, en donde tienes otros 'móda-
Lar
el : pos se había erguido. Valois la mira-
ya Wietua creciente inquietud; pero esta in-
20 Hola Dérq; no tenía todavía otra causa que
4 -ida de un tiempo precioso.
0 Mog, ¿mos — dijo con dureza—, acabe-
dl Usito tas tú, Mabel, o no la seas, yo ne-
y | Alamos derarme de esa hechicera. Voy,
A Que ad a Mis soldados. Y aunque tenga
pe lg Er esta casucha piedra por pie-
y E
o E pel se estremeció, Wim”. E
y Doa es seguro que si los arqueros em-
y Mirtila a registrar y a saquear la casa,
e | Cango no tardaría en ser descubierta. Y
0 | ta, : Vió que Valois se dirigía a la puer-
da enuesto a dar una orden, apoderóse
er | tó Md un terror insensato. Valois advir-
77 de movimiento de terror y adquirió
de la Mes úmbre de que Mirtila estaba en
0 Mus ¡aScuchad !—jadeó Mabel—,. Os juro
e e niña no está aquí... Sa
0% A ¡|—gritó Valois. ; ,
7) Doa señor? — dijo Simón Malingre,
Aoi endo la puerta.
pp Mar si empiecena registrar?...
| h heras se retosció las manos. Valoig no
19) la de vista. Abajo oíanse los pasos
Ah o arqueros, que se habían dispersado
han y diversas habitaciones y comenza-
88 pesquisas.
E Sim ¡Abajo no hay nada !—eritó la voz de
| 1 Malingre—. ¡Vamos a subir!
Ll te de de Valois—balbuceó Mabel es-
+ oso: puesto que necesitas una
Jamás ra, puesto que el rey no ha visto
Dén e aquella 2 quien vienes a buscar,
ALO o cas ado
¡A 4ít di ii ir AO
iA |
1 mí! ¡Escucha, conde! ¡Sí, está
"1 4Mi falta de ánimo te lo ha hecho
adivinar! Pero seguramente, pasará toda
la noche antes que la encuentres. De mor”
do que estás perdido... Hace falta una he” *
chicera para juzgarla, para) condenarla,
para queamarla, préndeme a mil... ¡H,
tiempo pasa, Valois! ]
—¿Consientes? ¿Aceptas ?-—imurmuró
Valois, que temblaba de salegría al pensar *
que podía salvar a Mirtila sin que por su
parte tuviera nada que temer, :
-—Si; con una condición. Con la condi:
ción de que os llevéis a todos vuestros sol* *
dados. Qliero que tenga tiempo de huir,
Si así lo hacéis, iré al Temple. y delantg*
del rey confesaré que soy. la hechicera.
¡5i no, Os juro que pasarán. muchas hos.
ras antes de que encontréis «a aquella a
quien buscáis, y la horca os espera! do
—;¡Sea!—rugió Valois—. Poco. me im:*
porta Que €Sa Mirtila se salve o no se sals .
ve. Lo que me importa es que el rey ens
cuentre a una hechicera. en el calabozos '
—¿Cuento con vuestra palabra y, vuest.
tro juramento, conde de Valois? .
-—Os doy mii palabra de caballero de
que no se registrará la casa después que
nos marchemos. ¡Y lo juro por este Criss.
to!—añadió acercándose al crucifijo colos.
cado encima de los misteriosos manuscri- ,
tos en que Mabel buscaba las fórmulas de
sus conjuros,
Mabel permaneció un instante pensatis
va. Alzó sus manog como para dejar caer
su antifaz. Pero, a su pesar, su mirada se * ]
fijó en aquel lienzo de la pared que ocul» -
taba a Mirtila, suijampejoao mos, a
—¡Oh, hija mía!—murmuró—. ¡Oh, tú,
a quien ama mi hijo! ¡Jamás comprende”. .
rás mi sacrificio!... ¡Ir a] Temple... correr '
tal vez a la muerte, eso no es nada... Pero,
renunciar a mostrar a Valois el espectro
de Ana de Dramans! o
_Levantó de pronto la cabeza, Y dijo seme
dentro ot y ia apraa e 0 de 0
¡Prended a la hechicera !—gritó Valois
con voz tonante y ebrio de alegría. |
ratorio seguido de-los arqueros, y se ques
Simón Malingre precipitóse en el labow
dó estupefaitoa, ” PO ASES
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