Full text: La torre de Nesle

  
e PA hambre. - FalpOt habló del 
rca del cual acabamos de de- 
, y Bigorne relató cómo 
dquirido los doscientos escudos de 
Fecisamente sé habían empezado 
en aquel festín. Gualter era el 
We aún no había dicho: nada y ya 
0d tener la lengua quieta. 
ll 'A Mi vida me acordaré de ese tor- 
Que Felipe acaba de hablar—di- 
+ ás he visto tantas damas her- 
lo. so unidas, ¡Rayos y truenos! Cuan- 
ar Merdo, siento todavía el mismo 
ae amiento que sentí entonces. No 
ta dónde mirar. Y esto fué precisa- 
la causa de mi perdición. Cuando 
ml a > palestra, la lanza en ristre 
e li adversario—era el señor de Ma- 
YO nó veía más que aquellos mi- 
S ojog femeninos que me miraban: . 
¿Ap ES, ojos negros aterciopelados, 
Venturina, ¡qué hermosura!... 0 
n enos yo creía firmemente que 
0 
a aq ellos 0JOg convergían únicamen- 
ve Mí. Sobre tcdo había unos ojos 
' Castaños, bisn me acuerdo-—— que 
UUcían escalofrío. Volví la cabeza 
Sn ama que poseía aquellos ojos. 
4 ente en aquel momento “sentí un 
'emendo en el pecho, oí el violen- 
ue de una lanza contra mi peto, 
01 Stribos y rodé por el suelo. ¡Qué 
AS Malestroit, el traidor, se había 
atu > de aquella distracción mía 
otro” bara derribarme... Me levan- 
E daño, y cuando, lleno de aflic- 
le a y la dama de los ojos castaños, 
Ale audía a Malestroit. Desde en- 
tengo horror a log ojos “cas- 
“hd mal que por bien no vibgod 
Mlán, echándose a reir. 
08 enseñará—añadió Guillermo, 
qu epa de OS de risa—; 
Gualter movió 5la apa Buriflón ge e 
«So serio y Felipe palideció. 
—Pero, en realidad, no es eso lo que yO 
quería. contarog—ceontinué Gualten=—, Es 
lo siguiente: / 
La tarde del torneo, cuando fegrisiber 
mos a este palacio en que estamos, vimos 
a Un hombre, a uno de los criados de má 
padre... ¿Te acuerdas, Felipe? 
¡Felipe d'Aulnay se estremeció! El, que 
no bebía jamás, o que bebía “poco, vaciós, 
uno tras otro, dos O tres Vasos» 
Por lo cual “Gualter se creyó obligado e 
jvaciar cuatro o cinco, 
—Me acuerdo—dijo Felipe d'Aulnay. com 
sombría entonación—. Y puesto que es-, 
tamos juntos, unidos por el mismo destino, 
¿por qué no decimos la causa de nuestro; 
odio contra Enguerrando de Marigny?.., 
—¡ Dila, Felipe, dila !-—balbuceó Gualter. 
—Pues bien; aquel hombre, aquel ser= 
vidor, cubierto de polvo, pálido como un 
muerto, llenas de sangre las manos, lleno 
. de sangre el rostro, acababa de llegar. No, 
pudo pronunciar más que esta palabras, 
¡Venid !.., 
Comprendí que en el castillo babía su 
cedido una gran desgracia. 
—¡Tampbién yo lo comprendil—rugió | 
Gualter. 
El eriado—prosiguió Felipe—nog en- 
señó con un gesto su caballo, que acabas 
ba de caer muerto delante del palacio. Le 
acompañó a la caballeriza.: Febrilmenté 
ensilló tres caballos, El montó uno. Guals 
ter y yo cabalgamos:en los otros dos. Y 
salimos a escape tendido, sin reunir si“ 
quiera nuestra escolta: Cuando volvíamos 
. la esquina de la calle Froidmantel, un nu- 
meroso grupo de soldadog «entraba en la 
calle por el otro extremo. Me detuve por* 
que quería saber lo que iban a hacer allí 
aquellos soldados. Echaron: pie a tierra 
delante de nuestro palacio. ¡Iban'a ur 
dernos! 
—-+ Sí l—agregó Gualter—. E inmediatas | 
mente, entre log soldados del rey y ! »s 
nuestros, comenzó una espantosa batallag. 
que terminó com el completo exterminég 
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