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ténticos,
“uma sonrisa y con un ademán...
entonces. se oyen en la Torre de Nesle ru-
P -—Pero, cel qué, Gualter?
¿En la taberna he oído hablar de cier-
ta torre Y ahora récuerdo perfectamente
que era de la Torre de Nesle de la que se
trataba.
Gualter se desternillaba de risa.
¿Y qué te han contado ?—preguntó
Felipe,
Cuentan... dicen... ¡Es graciosísimo,
. 0ye!... Dicen que a veces, las sombrías
ventanas enrejadas de la Torre de Nesle
se iluminan... Cuentan que algunas noches
se ve en ellas una mujer de soberana be-
Meza... ¡Oh! Pero de una belleza que hasta
a la misma reina Margarita inspiraría en-
- vidía!.
—— ¡Hermaño «nur muró Felipe, Te lo
4 suplico, no mezcles el nombre purísimo de
la reina a esos cuentos en los que se re-
/ Jatarán los groseros amores de alguna cor-
a tesana. .
Cuentos ? ¡Por Venus! Di hechos au-
reales. ¡No hay una taberna
desde la calle Val d'Amour a la calle Ti-
_“revache, en la que no se hable de- ello como A |
namiento de sus pabellones, de gus torr
de una cora cierta! Dicen que esa mujer
bellísima acecha a los transeuntes, y que
cuando ve uno que le gusta le llama con
Dicen que
mores de orgías que duran hasta la ma-
drugada.. : ¡Escucha! ¿ Tendré que decírte..
“do? Muchas veces he pasado por la Torre
de Nesie al anochecer, con la esperanza
de ver a la hermosa desconocida...
¿Y la has visto?—preguntó Felipe,
sonriendo. a
Nunca. Si la hubiese visto, ya com-
prendes que ella no hubiera dejado de
fijarse en mí. Sólo he visto las piedras ne-
. gras y carcomidas de la vetusta torre, los
«enórmes barrotes de sus ventanas y las
sombrías aguas del río que chapotea a sus
pies y se aleja entre gemidos, como si des-
pués de besar aquellas piedras arrastrase
el Sena en sus ondas las almas de los di-
funtos..
4 ad Lo ves? ¿Y jamás has visto 4 uno
de esos hombres invitados a €saás orgías '
Nocturnas ?
"a
E Fbltetín de EL LIBERAL |
ma misteriosa!..
Ai
—Jamás. Lo aña; Ni los dd visto. |
die. ¡ Pero, si esta noche viésemos a la
. ¡Si mé -sonviese!.. EEN
te sonriése a ti! vo
—En ese caso, no iría. Sólo que eso a
-€s verdad, querido Gualter. Pero despué a
de todo, ¡qué importa! ¡El que nos lens P
es un enemigo de Marigny, y nada más!
"¡Y es bastante! Aunque ese hombre se%
un demonio, le bendeciré si nos propor Pa
na el medio de vengar a nuestros padres Y
Adoptada esta resolución, los dos her?
manos esperaron con impaciencia el mf
mento de acudir a la misteriosa cita. Y
eso de las nueve y media se pusieron e
camino y cruzaron el Sena, no por 103 e
puentes, que esteban cerrados por cadéni JN
desde la hora de queda, sino gracias a uMf
botero cómplaciente, y a las diez llegaron p
a. la Torre de Nesle. o Me
La Torre alzaba en las tihiesk su des
carnada silueta, y se erguía, semejante
la sombra de un gigantesco centinelat
frente al viejo Louvre, que, al otro lado del
río, recortaba en el sombrío Wlá el haci
nes y de sus murallas. Y aquellos dos «
res de piedra, cuya alma extraña palpit
ba en las tinieblas, parecían mirarse, co
ino si hubiesen tenido que comunicarse es
pantosos secretos.
De repente, Gualter apoyó gu mano tr
mula en el hombro de su hermano.
¿Has visto ?-—murmuró.
—¿El qué? l
<—Las ventana de la Torre están iluh
minadas... ¡On !... ¡Illuminadas como cuensE
tan los que me han referido esta la storia
en caza de Inés Piedeleu!
Felípe se encogió de hombros y dijo:
—Puesto que el que nos llama nos es:
pera en la Torre, preciso es que hayan e
cendido las luces.
—Verdad es-—murmuró Gua
do.un suspiro
En aquel momento apareció junto
ellos un bulto.
Felipe reconeció, o creyó reconocer, a
silueta del hombre que se había presen:
tado en la calle de Froidmantel,
Iter, lanza