Full text: La torre de Nesle

_Folletín de. En 
  
pensamientos, mi ni un latido de mi cor zÓn 
ni aun cuado yo lo deseara, ni aun cuand: 
tal fuese por un instante mi voluntad for 
. mal, puede ser de nadie más que 
dllegitiid de Borgoña “aq wella.. 
te E interrumpió con un gesto violento; 
«Felipe d'Aulnay, siempre en la reducida de 'sconocida le miraba con una especie d 
estancia que precedía al comedor, no se asombro, como si tal vez no comprendies 
hablo movido de su sitio. Vió que la dama que pudiesen existir semejante amores. 
que se llamaba Eglé se levantaba de la : —¿Amáis? preguntó, con voz dulce. 
mesa, se dirigía, haicia él iy! cerraba la art, señora !-—contestó Felipe, con y 
+ ¡paerta. especie de klesesperación. 
Eglé cogió una amplia capa que estaba, —Y.;; vuestro amigo Buridán.. que n 
Sobre una butaca, se envolvió en ella y se siquiera ;se ha dignado venir, ¿2ma tam 
sentó. Felipe permaneció de pie. Hubo bién? 
Entonces un cambio tan brusco en la ac- —Ñ¿Buridán, señora ? Si él estuviese aqu 
ktitud. de aquella mujer, sus modales te- os respondería por sí mismo. Pero yo 
— níam un sello tal de desdeñosa altivez, de he adivinado los secretos de su corazón. 
majestuosa dignidad, que Felipe, olvidan- dijo Felípe, inclinándose. 
«do casi el monstruoso espectáculo que aca- ——Muy bien; sois tan fiel en amistad: 
paban: de contemplar sus ojos, y. aquellas. como en amor. ¿Quién podría censuráro 
palabras tam imprudentes, que parecían lo como yn crime 1? Debo contentarme, co 
inconscientes, pronunciadas por la desco- envidiar a los que os tienen por amigo 
- «nocida, se inclinó profundamente con in- a aquella a quien honráis con vuestr 
-.. menso respeto. . afecto. ES da 
o ce Qué tenéis que decirme ?—preguntó Ante la glacial ironía dde la desconoci A 
la dama, con glacial altivez. Felipe movió la cabeza. Su desesperación! 
201 Y como. Felipe; palpitante, trastornado ' subía a sús labios. Como todos log €: 
“por aquella extraña aventura, callase, aña. morados sinceros que sufren, experi 
dió: taba la necesidad de un consuelo, de 
E y—La mujer a quien he llamado Pasitea, queja que dulcificase su dolor, de una 1 
la: mujer que se ha fijado en vo S, la mujer  grima que reffescase su Coraz oí: 
que os ha manifestado su simpatía, la mu- —Señora—dijo, con VOZ sorda— ¡en 
» jer; en fin; a quien acabáis de inferir una gl aquella a quien amo debe ser envidiad 
espantosa ofensa, es la esposa de un póde- pero lo que sé es que yo soy muy dig 10 
roso hidalgo, Felipe. de compasión. 
+ ¿Podría vengarse de vuestro deddén. Pe- —¿No 0s ama ?—preguntó la dama, e 
AA ro esta. amiga, cuyo corazón es más pur: esa curiosidad que impulsa a las mujer 
de lo que pudiérais sospechar, que se ha. a interesarse en las aventuras amoros 
¿dejado arrastrar, como yo, a un momen- Y a mezclarse en ellas. 3 
“¿sto de extravío y de locura, no és capaz —Nurca me ha visto— ¡contestó Felip 
de una venganza. En ella todo es bondad... con sombría entonación—. O si por casu 
De modo.que podéis hablar sin miedo. ¿Qué lidad 'su mirada se ha fijado en mí, e 
¿tenéis que decir? mirada ha resbalado, indiferente, por sob 
e ESto, peñora: que soy un “pobre Ber” este ies de polvo, que no otra Cosa sg 
que nose pertenece; que una pasión in- yo para ell 
sensata, locura: de nia ideas, angustia de Pe ¡90m! ¿ÓN ¿De modo que es úna er 
'- mis noches, delirio de mis sueños, me tie- señora? 
“ne: como un cuerpo sin alma; que ni una. —SíÍ..., una gran señora”. 
¿sola de mis miradas, ni uno solo de mis ¿Dela corte, tal vez? 
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