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y
e ; : z e cade PE pao
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- cera yo a su edad, con más dulzura en la
—poreivadalo, ¡Pobre niñal Aa
pto Tal yea. eu el fondo del corazón de Mar-
garita. existiese un «sentimiento de envi-
dia hacia. aquélla hermosura que la ma-
£ vavillabas Movió-la cabeza, y como para
s sexcitarse a la piedad, fepitió:
v
=-—¡ Pobre niña! ¡Cómo tiembla!... No
e do sia de ma hita más e ANS
»*tmáis nada de uí, blja mia-—(10 con un
acento tan arilonioso y tan corpasivo,
que las lágrimas brobaron de los pjos de
Mirtila.
Y el mismo instante, la joven, con paso
.eún vacilante, ge adelantó hacia aquella
mujer, que le traía un. consuelo,
«> Maisgarita, temblaba...
lS
angustia, el instante
qe
*-4é Un grito, que tal véz hubiese sido su
de
sel
ito y
*prendía que ello lá hacía sufrir horribie-
'fmente!... ¡Une véz más triunfaba el mal
«en aquella alma! -
"instante! Su hijá estaba delante
. ¡Oh! ¡Cuántas veces había llorado pen-
-gandóo en aquella niña, ¡por la cual tanto
preguntara a Marighy | ¡Cuántas veces ha-
bía imaginado, entre estremecimientos. de
en que había de vol.
ver a verlal... ¡Y ya había llegado aquel
de ela.
+ Morgarita inició un vago movimiento de
los brazos hacia su hija.
En su córadón Yesonó como el b:
redención.
4 Soy' tu madre!
Pero éste eritó expiró en sus labios.
2551ós brazos qe se tendían para estre-
char a la niña tan ardientemente deseada,
volvieron a caer.
Y Morgarita repitió:
> ¡Qué bella 68!
¡Y esta vez se estiremeció, porque com-
y Oh, Beñora= murmuró Mirtilapa-
renóis tan buena y tan compasival ¿Me
"Gratis noticias de mi padre?... ¡Cómo de-
+ bé Uorar y desesperarse! ¡An! ¡En la es-
pantosa situación en que me eúcuentro,
- esto es lo que me hace sufrir más!
“No etnozco 4 “vuestro. padre dijo.
BEAM
AS Margarita.
Mirtíla bajó la cabeza y retrotedió dos
pasos.
e querido verós--continró la reina
—porque vengo a ver A todos la
AL
E
re
“que encierran aquí... He querido pro
raros algún consul... 30 0 1L
Bendita seáls, señora —murmuró Mit:
tila con sembria entonación. E
-—Pero... ¿por qué os han encerrado el
el Temple, pobire niña? Hablabaig de vues
tro padre... Pero vuestra madre... tan
bién llorará; mucho. de
No tego madre—dijo Mirtila.—-MY
rió al otro día de nacer yo. Amtes, cuand
pensaba en mi madre, sentía no haberli
conocido; pero ahora pienso que es un
fortuna que haya muerto... porque ¡cual
grande sería Bu desesperación !
Margarita se estremeció y Se -mord
violentamente log labios.
—Me preguntáis--continuó la prision
ra—por qué me han encerrado aquí. ¡Ni
lo sé, señora! Entraron unos hombres el
el Huerto de las Rosas... ¿Conocéis €
Huerto de las Rosas?... Está muy cera
del Temple, y recnerdo que siempre
miraba yo la fortaleza, la sombra de $
tarreón llegaba hasta mi ventana_y
daba miedo... ¡Me parecía que quería C%
germe! En fin, os digo que nó ha hecA
ningún mal... Mi padre se llama Claudl
Leseot, compra y vende los magníficos '
pices. que se hacen en Flandes, como
sabréis, Mi-padre me había instalado C0
Gillonne en el Huerto de las Rosas, dol
de vivía yo desde hace muchos años, coll
pletamente feliz, sin más preocupacioni
que rezar por mi padre las noches un ql
el viento y la lluvia azotaban la casita.
¿Qué crimen hé podido cometer? a
«Dicen que soig hechictfa=—obsdW
Margarita, teatando de efirmar su voz.
-—¿Cómo he de ser hechicera—dijo €
dulzura Mirtila==, cuando comwlguó ;
Pascua, como puede atestiguar el cur
la-cápilla de San Nicolás ?
Y Mirtila. seechó a orar. Estaba
pálida, tan triste, ten linda, que los 10%
indiferentes $e hubiesen sentido movit
a compasión al ver tanta gracia y ta
belleza en aquel espantoso lugar, 5
Margarita sontía palpitar su corazón
Habo en ella como un deshordamie
GA