lor maternal. Los pensamientos per-
$ gs terriples, las ideas
EE huyeron de. gu espiritu como las,
Yes nocturnas huy
É LOs, euando penetra por cas
Un ráyo de luz; su séno palpitó, Sy gar-
Sánta se oprimió ... dió rápidamente dos
Pasos, cogió a la Joven entre sus brazos
Yold es strechó convulsivamente...
=—¡ No Doe IA no llores “más;
hs bija fala, yo Dn o mucuo!... Puedo arran-
+ Cárte a la mi e. . Puedo hacerte salir en
£ste mismo i stante de este espantoso lu-
gar..
Extasiada, ebria, Mi
¡abras y creía soñar. '
cón adorable ingenuidad, en aquel
Venturoso instante en que entreveía la li-
4 bertad, la vida, la felicidad, cruzó lag ma-
hos y bálbuceó :
¡On! "¡padre mío, ya. no llorarás
BARES)... ¡Oh! querido Buridán, ya no mo-
Yás al morir Mirtila!...
Margarita de Borgoña desanudó lenta-
Mente él maternal abrazo en que tenía
Presa a su hija.
- Luego retrocedió,
Y como Mirtila levantase hacia ella sus
E - Ojos Inocentes y puros, vió que estaba ho-
-Eriblemente pálida...
; Señora—dijo—,
.Buírís! ¡E a
pa O, balbuceó Margarita—. Tran-
) “Muilizaos Habladme de la felicidad de
Quellcs a quienes vais a volver, a ver...
rtila oía estas pa-
Me. vuestro padre... de vuestro, buen pa- .
M8... y de... ¿cómo habéis: dicho?
Juan Burid; án—dijo Mirtila, con una
e de infinita teruura.
lu Margarita ahogó el rugido que subía a
0 labios. Y en tanto que, como tras.de
A y Momentos de bonanza, la tem estad,
+ “espantosa tempestad de. las páMaes,
86 desencadenaba, rugía en su corazó
7 nio tal ez!... y preguntó con dul
== Vuestro hermano, tal vez?... ¿No?...
Un amigo sin duda?...
2=M novio dijo Mirtila.
Vuestro povio.,.——repitió Margarita
y
con an su
nál
en de Jos antros impu- S
1alidad en ellog
o desga srador—y os AMA...
¿Le amái pe: ES,
des Creo, señora, que si Buridán TU
riese yo me mori iría... Y estóy ségura de
“que si me sucediese una desgracia él ven-
dría a morir allí donde. yo murlese.....
—5Í, si-—murmuró precipitadamente la
rel ina — a e Pues bien: Eaqiil
3... Es imposible que el amor de Burl
ñO.C3.-8! cade! Esperad más horad...
y oa ocuparme de vuestra felicidad. —
l' decir esto, retrocedió..., salió al to-
redop. , empujó la puerta, y cuado
db cerrado aguella puerta, como el car-
celero se había marchado con Vatols, s
mano... su mano blanco, fina, nerviosa,
eu mano maternal cayó sobre el enorme
cerrojo, férreo bozal de la boca del cála-
bozo.
Vatijó un mstante...
Miró en torno suyo como si fuese A to-
meter el espantos 30 crimen para el cual
no hay perdón ee
Su. mano empujó bruscamente
rrojo. :
Este rechinó::. (
Oyóse en el calabozo como un sollozo...
Y la madre de Mirtila, después de ha-
ser encerrado a su hija, deslizóse lenta-
mente, jadeanie, encorvada, a lo largo de E
aorraddr; y el cara 2 la luz de las es
trellas.
Valois niaba en el patio.
Al vefla feaparecer sola se estremeció.
Pero no tuvo, tiempo de ¿Preguntarso, 10
que significaría aquello, si sería bi uena O
mala señal, porque ya Matavrita se ACer=
caba a él.
—Conde-—dijo con voz aún alterada—
no me llevo a la prisionera. Eh lugar de
ser enemiga tuya me convierto en tu alia-
da. Escúchame, ejecuta fielmente mis ór=
denes, y tal vez “nunca háyas estado tan
cerca: del poder que anhelas.
Valois se inclinó. Pero pensaba:
—La tigre esconde las úñas... ¿Será de-
masiado tarde para que yo pueda defen.
derme?...
-— sta noche a las doce—dijo la reia
el co.
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