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to asombro. ¿Qué eran, pues, Buridán y
que” su suerte :
Xi
- bien,
Ea AE
Mirtila para Mabel, para, “su
la conmoviese tan profunda jente?
-— Estremecíanla su propio. dolor y sus
- ¡propios terrores', que las extrañas
pala-
bras de Mabel tornaron a despertar. Y se
estremecia también, porque comprendía
que el secreto de aquella mujer iba a esca-
arse de sus labios. 7
—¡Es vesdad |-—dijo sordamente—. ¡Al
samanecer, la Corte de log Milagros no se-
rá más que una inmensa hoguera, y esto
es lo que yo he querido ver!
—¡Síl—repuso Mabel, con úna especio
de solemnidad—-; lo adiviné cuando no 0s
encontré en el Louvre. Camprendí que para
asistir de lejos a la muerte de Buridán y
e Mirtila. debíais haber elegido la Torre
de Nesle como observatorio. Era natural,
y habíais de hacerio fatalmente. Pues
señora: figuraos ahora que he que-
rido penetrar en la Corte de los Milagros;
figuraos que durante tres días y tres no-
ches he estado vagando, rondando por sus
cercanías; figuraos que me he presentado
- en todos los pasadizos, en todas las calles,
en todos los callejones que conducen a esa
cloaca. En todas partes tropecé con cen-
timelas. De todas partes me rechazaron.
Si hubiese tenido mucho tiempo por de-
lante, hubiese abierto..., ¿qué sé yo?...
algún crmino subterráneo. Me hubiese
arrastrado, me hubiese abierto paso con
“Jas uñas, y tal vez hubiera llegado...
Un sollozo más fuerte desgarró la gar-
ganta de Mabel; y durante un instacte
calló.
Las sospechas precisábanse a la sazón
en el espírity de Margarita. Comenzaba 2
entrever que entre: Mabel y Buridán exis-
tía una misteriosa relación.
“Mabel se volvió de repente hacia la reina,
le cogió las dos manos, acercó su rostro al
suyo y exclamó con vehemencia:
. «¡ Y, sin embargo, amáis a Buridán!
' Margarita se estremeció, :
¿ei Le amo!—murmuró—; ya lo sabes.
¡Lo que no sabes es que sufro horribie-
mente al pensar que Va a raorir! ¡Lo que
mo enbes es que desde hace tres dias este
ps ss 7 e ;
amor se me ha revelado bajo u
mecto! Antes, Mabel, 'yo sabía q
ta el punto de morirme si esta no
herido.de muerte... 001%
Mabel parecía escuchar estas P
con un estremecimiento de intensa
—¡De modo-—dijo enloquecida—4U
hubiese un medio de salvar a Buridalis
Margarita se desasió de Mabel. Ret!
dió, se irguió, y, con voz queda, ronca,
hacía temblar la violencia de sus
exasperados, gritó: : 0
3 supiese que había una persoMá.
el mundo capaz de salvar a Buri :
mothe y tuviese delante de mí a esa
sona, la cosería a puñaladas con mi8,
pias manos. Escucha. ¡Tú, que, sin €
no has amado nunca, no sabes que
la iigma muerte es preferible al 10
to de los celos! ¡Tú no tabes que €
pienno en la dicha de los dos me al
ría el corazón! ¡Que el rey se enf
que soy una infame adúltera; que M
te o que me encierre en un convent
que llore en €l mis pecados hasta el!
más días: que el mundo llegue a sabe
día que Margarita de Borgoita, rein
Francia, aborrecía a su hija, anhela?
preparaba su muerte porque su AJA,
su rival, nada me importa; todas esas.
tástrofes nada son; todas esas espai y
visiones ¡se desvaneden ante esta “%iN
que me hace agonizar de desesperad”,
¡ Mirtila en los brazos de Buridán...!
bien» ahora que conoces perfectame!
Margarita, ¿qué tienes que decirle a.
sito de Buridán? ¿Por qué hablas 0€
varle, tú que apenas le conoces, tú ques
siste entregármele, tú que trataste
venenarle? ; Habla, ' Mabel! ¡Habla,
hechicera !-—añadió la reina con un 114
salvaje que debió oirse desde muy lel
: Habla! ¿ Quién eres y qué quieres?
Mabel había bajado la cabeza.
tumillarse más y adoptar una actitl
suplicante. Lloraba silenciosament
Al fin, levantando hacia Marg:
rostro, en el que se leía una somb
sesperación, dijos
a Buridán. ¡ Pero ahora sé que le a