Full text: Buridán

  
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A A . 
Buridán volvió a; su alojamiento. Aque- 
“a terrible emoción que le apretaba la gar- 
Zanta había desaparecido, y. con sonrisa 
de desafío murmuró: 
¿7 Capit tán se los zeñores truhanes!... 
por qué no?... ¿Qué son, después de 
lodo los caba Néros el rey más Que tru- 
“lénes, con algo de ¡oro en sus vestidu- 
tas ?. E día en que yo me hallaba 
Sin dinero, mie propuso Bigorne que me 
hiciera ladrón, Y yo quise cortarle las 
Ps 2 
_—La cuestión es salvarla—prosiguió 
Etre sí—. Salvarla a cualquier precio... 
0 quise haberme hecho doctor y expli- 
Car la filosofía de Aristóteles. Pues bien; 
Ya .soy doctor, ¡pero 
Ya... ¡Truhán... yo! 
Se echó a reir, a la vez que examinaba 
arma que le había entregado el rey de 
do, truhanes. 
—Salvanla, eso d—repitid—. Y si no 
/ -Consigro salvarla me mataré con esta daga, 
, Mnsienia de mi mando... y de mi infamia.. 
¡Oh, (Mirtila]. Por ti aceptaba antes la 
uerte y por ti acepto ahora la. infamia. 
lentras esto se decía, empujó violen- 
tamente la puerta del cuarto que habita- 
a con Gualter, y a la pálida luz de una 
WDtorcha vió a Mirtila, que le estaba allí 
SSperando, y que corrió hacia, ól. 
uridán ] la cogió en sus brazos... 
Ven estaba temblando. 
- —Buridán—le dijo—: esos gritog de 
Uerte... esos clamores... esos hombres a 
'2 luz de las antore has... Lo he visto to- 
do, lo he sida todo desde ¡allá arriba.. 
Wridán, mi bien amado, ¿qué es lo que 
Pasa ? 
—Nada que deb a asustafte... pero has 
Mécho mal en abandonar tu cua arto. 
Nada que temer, ¿verdad ?—Jijo. Mir- 
A No... si yo no temo nada. No ten- 
miedo. Pero ya te digo que lo he oído 
«woctor jen ¡truhane- 
La jo- 
Tú Nas a pelear. Buridán! Log ar- 
queros de rey clon estas casas. sy e Dad 
ren cogerte. 
—Pueg bien, sí—dijo Buridán—; pues» 
to que has vído, no puedo ocultarte el pe- 
ligro que nog amenaza. 
—¿Un peligro ?—murmuró Mirtila. con 
exaltación—. Sólo había un peligro para 
mí: el de ser separada de ti. Todo lo más 
terrible que ahora puede sucedernos es el 
morir juntos, y; eréeme, ese peligro:,me 
parece menos eri que. el Qlr0... +, 
Buridán contempló con apasionado ¿Or= 
gullo a aquella joven débil y delicada que 
le hablaba. de igual manera gue hubiera 
podido hacerlo en tiempos semibárbaros 
una de aquellas mujeres que, al lado de 
los hombres, manejaban la lanza, el puñal 
o el hacha. 
Pero ese mismo valor que exaltaba «u 
Mirtila le hacía temblar. En efecto; PP 
tila añadió: 
-——Puesto que vas a batirte, Buridán, yO 
estaré a tu lado. Yo también quiero+mi 
parte en la batalla y en el peligro, y .no 
tienes derecho a privarme de ella, puesto 
que juntos debemos morir. % 
—¡ Y yo me indignaba-——pensó Buri- 
dán—con la idea de convertirme en jefe de 
truhanes, y pensaba que era una: infamia 
la gloria de salvar a tal mujer 0 morir 
con ella!... Mirtila—continuó en voz: al- 
ta—, mi bien :¡amada, tu valor. en este 
asunto debe consistir en dejarme obrar 
solo. Si algo puede salvarnos, si hay algún 
medio de salir vivos de aquí, es preciso 
que lo intente yo solo. De este modo. pu- 
diera conseguirlo. Tenerte a mi lado du- 
rante la lucha es la muerte segura para 
ambos. 
Mirtila movió la cabeza con desclípara- 
as energía. Echó log brazos al cuello: de 
Buridán y murmuró: , 
Dices eso, capitán Buridán, porque crees 
que soy una niña, porque me haz visto 
tímida y temblorosa; pero te aseguro” que 
te engañas respecto de mí, Estaré: cerca 
de tí. Buridán, pero sin llegar a estorbar- 
te. Estaré como esas mujeres de antes 
que quieren combatir, aunque no tienen 
interés en la lucha. 
rem 
 
	        
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