co Folietíin de EL. LIBERAL
ZÓN...; pero por Dios, deja ya tus rebuz-
pos, que para nada hacen falta. Ñ
—Eg verdad—murmuró Lancelot, que
se puso muy serio y añadió con una dignis
dad que chocó extraordinariamente al
rey—. Señor, yo sólo soy el más humilde
de vuestros súbditos, estoy aquí merced
a vuestra bondad y no tengo más obliga-
-ción que la de entretener y hacer reir a
mi rey; pero, señor, bajo una corteza ás-
pera puede ocultarse un fruto excelente...
¡Que el rey se digne fijarse en mí, que me
honre con su real confianza, y juro por
Gristo que yo conseguiré que el rey sepa
lo que tanto empeño tiene en saber, lo que
-yo.mno puedo decirle aunque me aspen, por.
que lo ignoro, lo que otrag personas saben
y pueden decirle! Y para esto, señor, ¿qué
Se recesita...? ¡Alstucia...! ¡Ah! Ya sé
que esta palabra lastima vuestros reales
toídos...; pero log que en el servicio de su
amo se valen de la traición y de la felonía,
merecen ser atacados cn sus misimas ar-
imas... No hay otro medio de vencer... Á
da astucia es necesario oponer la astucia,
El rey pareció tanto más sorprendido
cuanto que aquellag palabras y aquel con-
- tinente digno y grave contrastaban, de ma.
nera extraña, con los modales que hasta
aquel momento afectara el hombre a quien
había tomado a gu servicio en calidad de
bufón.
¿Qué sucedió después? ¿Qué conversa-
'ción tuvo lugar entre el rey y el bufón?
¿Qué resolucioneg se adoptaron?
' Esto es lo que tal vez nos diga la con-
finuación de este relato.
pa
XXV
. Eyasión de Simón y de Gillomne.
Necesitamos volver a ocuparnos momen-
táneamente de dos personajes de nuestra
historia, a los cuales dejamos en una si-
tuación precaria y cuyas aventuras soli-
citan nuestra atención; nog referimos al
3
a)
Ne
criado de confianza del conde de Val
a gu digna compañera Gillonne, .,
Cuando Lancelot Bigorne adoptó la
solución de salir de la Corte de los M y
gros para averiguar el paradero de
pe d'Aulnay, previendo que su ausen
podía prolongarse, encargó a un truh
en el que creía poder confiar, que culad?
se de esta interesante pareja y que
llevase cotidianamente la comida, pues
tenía la intención de dejarles morir
hambre. Ahora bien; este truhán fué U
de los que perecieron durante el asalto
la barricada de San Salvador, y BigoM
había visto su cadáver. Pero preocup+
como estaba, por cosas y personag 10!
interesantes, no se acordó de Simón ni
Gillónne..., y ya le hemos visto alejar$
olvidado de ellos por completo. |
Así, pues, en el momento en que M0
reunimos con ellos, es decir, a lag cual*!
ta y ocho horas, sobre poco más o ment
de haberte marchado Lancelot BigofM
nuestros dos personajes no habían Y
alma viviente, y, cosa todavía más hol
ble, no habían recibido aún ni el más P
queño mendrugo de pan, ni una sola g0%
de agua para alimentarse o humedecer 9
fauces. )
De modo que encontramog a esta inf
resante pareja muerta de hambre Y
sed, y además alarmadisima, por log 0%
fusos rumores de la batalla que hasta 9”
vídos habían llegado. Lag primeras hol%*
que siguieron a la batalla transcurrieró%
sin embargo, en una tranquilidad relativ*
Pero cuando los calambres de sus est%
magos leg advirtieron que la hora de %
comida había pasado hacía ya tiempo,
menzaron a preocuparse. : :
—¡ Ah I—refunfuñó Simón—. ¿Ten
ese condenado Bigorne la intención d
nernos a dieta? NO
Gillonne se contentó con encogerse
deñosamente de hombros, : d
-—¡Qué desgracia si tuvieses que
nar!—dijo con acritud. :
—Olvidas, Gillonne—replicó Sim
una dulzura rara en él—; olvidas q
tamos alojados en la misma posada