a _Buridan ]
El jefe ol Culiómo el jes
En dónde está el jefe? ¿Le has visto
iquet? Si sabeg en dónde está, ve a
Warie para que me diga en qué salsa
9 a monseñor.
Tened presente—prosien! ¡ió Valois—
ed ¿presente que si me hacéis algún las
Seré cruelmente vengado. ¡Escuchad!
$ persigue por diversos crímenes. Ade-
'S, está noche habéis invadido el pe E
e Valois, lo cual es un sacrilegio ¡gus
Que hubiescis cometido si hubierais in-
ido el Louvre, Pues bien: me compro-
oa conseguir vuestro indultó cón la
dición de que ebedezcáis inmediata-
te las órdenes de vuestro jefe.
¡Eh! Bigorne, ¡dermilón sempiterno!
pepito Riquet OE. ¿Oy8s lo que
este animal?
; CAS sintió «correr por sus venas el
lo del espanto, porque compren: lió que
ara que aquellos hambres se insolenta-
con él de aquella manero, era necesa-
QUe hubiesen tomado la resolución de
atarle,
—¡ Bien !—continuó Riquet—; escucha,
alois, Tú quieres obtener para nosotros
De y perdón por nuestros delitos y pe-
LT Se me saltan las lágrimas; se Me sal»
A las lágrimas de enternecimiento—dijo
'ullermo.
he alois miró a Guillermo Borrasea y vió
“8 estaba sentado en el suelo, sujetando
las piernag un cestito en el que había
las cebol las, que el truhán mondaba.
Bianot lanzó un grito de furor.
TQuiereg guisarle con cebolla—dijo—
nm embargo, sabes que aborrezco el en-
bollado. Por la Easoche triunfante y
lante, te aseguro que le asaréemos sen-
mente.
NS te enfades, Rique ot-—rantmuró el
Derador de Galilea—y déjame lorar a
sto. No sé si será la mo lón o las
48, pero el caso es que nunca he llo-
anto. . ,
te lo igor, q que se habla puesto
'a cuatro patag Y recorría la estancia
tando perfectamente los movimientes dE
gruñidos de un marrano,
En aquel mornrento,, Kiquet empezó. 8
lanzar log chillidos de este animal cuando
le degtiiellan, y su imitación fué también
perfecta. ¿nes
Al mismo tiempo, Guillermo Borrasci*sa
puso a jugar con las cebollas y su voz de
bajo profundo entonó el “De Profundis”.
V, alols, de pie, inmóvil, tróámulo, presen
ciaba esta escena sin hacer un gesto.
Pero estaba aterrado y su mirada se exe
traviaba.
La escena era repugnante. Lag ProGS
de Cuillermo, de Riquet y de Bigorne, re
sultarían impropias del gusto más delicam
do de nuestros tiempos. Pero lag costura."
bres de la época a que ros referimos eran
crueles y groseras. Se gozaba de uña li-
bertad e iva y se reía desaforadamens
te. Porque es un hecho extraño, incom-
prensible y casi aterrador para aquellos
que tratan de conocer el destino del hom-
bre: se reía exageradamente en aquellos
tiempos de crueldad y de barbarie. Todo
lo prueba: los estudios sobre la Arquitec=
tura, los estudios sobre la Pintura y la Lj=
teratura. Lag costumbres sanguinariag de
aquellog tiempos bárbaros rebosaban, de
alegría. Ahora bien: a medida que con el
transcurso de los siglos vamos avanzando
hacia: el bienestar físico y moral, la ale-
ería desaparece, y diríase que una triste.
za raóás honda se enseñorea de la mente
humana. La Arquitectura se torne más
severa. Las demás ar rtes, 21 perfecciohar-
se, Se hacen más sombrías (salvo un Te-
surgimiento de gracia, de donaire y de
legría en el siglo XVIIL con logs Wattean
log Fragona vd). En cuanto a la Litera-
ra, desde la risa exuberante de Rabelais,
ne, a pasos agigantados hacia lo dina-
ico. No nos atrevemos a deducir nada
e fénomeno, si no es que, sin duda,
umanidad, al envejecer, se va volviens
az mofa, ; ay
ae?
Pr E A
pr 57
2
Pm
Dernto Plrriara y Ent hacían ob=
a Valois, su manera de indicarle que