4 LA MÁSCARA ROJA
madre muerta y mi padre agonizando, y escuché de sus cárdenos labios
que el autor de todo eso había sido el coronel Dourmont; el mismo á
quien recogió mi padre y mi madre lavó ¡y curó sus heridas... ¡Oh!...
¡Si cuando hablo de esto!...
—Pues no hables más, maño. No hables más. Aspérate, digo, que
ya le encontraremos y las pagará toas, Por supueste, que lo que hizo ese
coronel, es ni más ni menos lo que están ¿ciendo todicos los franchutes.
¡Mal rayo les parta!... Pero anda, que me paíce que aqui...
—Yo no doy cuartel á ninguno, —interrumpió Ricardo.—¿Tuvieron
consideración alguna con mis padres? La misma tengo Jeon ellos. Lo
juré ante los cadáveres de mis padres, y sostendré mi juramento hasta
la muerte.
—¿Y no has podido saber dónde se fué aquel coronel?
—En Tudela recibió orden para incorporarse á la división del gene-
ral Belliard, y no he vuelto á saber nada de él. Pero ya me lo están pa-
gando sus compañeros, y muchos de los que con él cometieron todas las
infamias de Tudela, han caído ante mi; pero no estoy satisfecho, tio
Jorge, no puedo estarlo, porque aun cuando pudiera dar muerte á milla-
res de franceses, no llenaría en mi corazón el vacio que han dejado dan -
do muerte á mís padres.
—Y ties mucha razón, maño, El huequecico que deja en el pecho
el padre que mus engendró y la madre que mus llevó en sus entrañas,
ese no se llena con nadica de este mundo. Y del señor conde del Pinoso,
¿no has sabido náa?
—Eso es otra pena que tengo, tío Jorge. Se fué á Bayona, como sa=
béis, porque lá señora condesa no sé que trapisondas llevaba con la reina
María Luisa, y no he vuelto á saber nada, y eso que le llevo escritas dos 4
cartas, una en que le decía lo que habían hecho los infames franceses en
mi casa; otra haciéndole presente el juramento que hice ante el cadaver
de mis padres, y últimamente otra explicándole como había reunido
todos los trabajadores de mi casa y otros mozos de Tudela, en junto se-
senta valientes, y la fama que había adquirido mi guerrilla, y esta es la .
' hora que no he recibido contestación.
Iba á contestar el tío Jorge, pero en aquel momento entró en la es-
tancia uno de los mozos de la guerrilla de Ricardo, v éste y él se pusie-
ron á hablar respecto á una empresa que trataba de realizar el valiente
guerrillero.