LA MÁSCARA. ROJA
pies de Gramont llevándose las manos al cuello y arañándose al ver qu9
no podía gritar.
—Elegid,—la dijo el coronel fríamente
—¡Ah!... ¡Ah!... ¡Mal... ¡Maria!... ¡Mariano!... ¡Mariano!...
El milagro estaba hecho.
La inmensidad del dolor había producido el efecto contraproducente
del que la inmensidad del terror, cortó el habla á la desgraciada nieta
de don Angel.
La sorpresa que causó aquel suceso fué turbada por una descarga
que hizo caer á varios de los soldados que estaban en el jardín.
La guerrilla de Ricardo Navarro había penetrado saltando por las ta-
pias de las dos granjas, y al mismo tiempo los somatenes y las guerri-
llas de los hermanos Besós y la partida de don Francisco Milans y la
división del conde de Cadalqués francés al servicio de España, con quie-
nes estaba de acuerdo Ricardo Nayarro, cayeron sobre la columna de
Gramont que estaba en la carretera y el coronel y la mayor parte de los
oficiales cayeron muertos, y prisioneros la mayor parte de la fuerza.
En el próximo cuaderno:
VIDA POR VIDA
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Administración:
Cortes, 695. Barcelona. - Apartado, 88.
. «La Ibérica», Cortes, 00%