Full text: La cueva infernal (27)

10 LA MÁSCARA ROJA 
duda alguna debian parecer dos estrellas de aquel rostro de belleza 
africana. 
Pero sus párpados estaban cerrados y su palidez era la de un 
cadaver. 
Los dos jóvenes se extremecieron. 
—¿Habrá muerto?—preguntó Mauricio. 
—Muerta ó viva la llevaremos á nuestra cueva, no podemos dejarla 
á merted de estas fieras humanas. 
Y Ricardo Navarro cogió en sus robustos brazos el inanimado cuerpo 
de la hermosa andaluza y al sentir los latidos de su corazón lanzó un 
grito de alegría. 
—¡Vive! — dijo, echando á correr con su preciosa carga.—¡Mauricio, 
no olvides tu deber, en la gruta esperamos á los franceses! 
—;¡Ojalá pueda verlos á todos como veo á éste! —contestó Mauricio, 
acercándose al cadaver de Rosendo Marvielle. 
Ricardo Navarro nada oyó, había desaparecido. 
El reloj del colegio de los Escolapios, marcó las doce de la noche y 
por cierto sin luna. 
El ensangrentado cuerpo del capitán de dragones, fué arrastrado por 
Mauricio y precipitado como una masa sobre unos peñascos que bor- 
deaban el arroyuelo rodando al fondo de éste. 
Y el silencio de la noche recogió esta terrible amenaza: 
—¡Asi, así quisiera destruiros á todos, malditos invasores de mi 
querida patria!
	        
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