Full text: La cueva infernal (27)

Al oir el relato que le hizo Mauricio, el valeroso Navarro estaba rojo 
de ira. 
—No perdamos un momento, —exclamó, —esa cueva está muy cerca 
de aquí y seguramente que llegaremos aún á tiempo de salvar á esa 
pobre niña de las garras de esos malditos. 
Ricardo llamó á Martín. 
Este corrió hacia su mejor amigo y compañero. 
—¿Qué deseáis?—preguntó con inquietud, al ver las alteradas faccio- 
nes de aquél. 
—Voy á ausentarme un momento, ocupa mi sitio y ya sabes que el 
enemigo está en la sierra. 
—Descuidad, ¿váis lejos? 
—A la cueva de las Grajas. 
—Pero no iréis solo. 
—Me acompañará Mauricio. 
¿Y por qué no os acompañan dos guerrilleros más? 
—No es necesario, es mejor que vayamos solos para no llamar la 
atención. 
Y los dos jóvenes se alejaron de la gruta, echando á correr por el 
solitario monte. 
Al llegar á la cueva de las Grajas, Ricardo se detuvo. 
—Es imprudente entrar los dos, —dijo 4 Mauricio,—tú, te quedarás 
guardando la salida, y en caso necesario entrarás al oir mi silbido. 
—Ved que la cueva es profunda y oscura. 
Navarro encendió su linterna y avanzó con precaución, pero ¿cuál 
no fué su sorpresa al ver á los pocos pasos que la pendiente se convertía 
en un abismo?
	        
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