Full text: Traición y muerte de un renegado (29)

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—A las doce en punto de esta noche y no al amanecer, como así 
hecho correr el rumor, las tropas imperiales podrán penetrar en Sevilla 
sin ninguna resistencia por parte de sus habitantes, —dijo Victor coM 
misterio. 
—¿Y la guarnición? 
—Es muy poca y se rendirá pronto. . 
con el grueso de sus tropas, se dirige á Jerez para auxiliar la isla de 
Castaños ha salido esta tarde 
León. 
-——¿Estás seguro? 
—¡Son las siete, á las once, el jefe de la defensa de l» cudad, sera 
cadaver! 
—¿En la iglesia? 
—Sí, en ella me aguarda ya, devorado por los celos. 
—¡Eres un genio! 
—¡El odio convierte en gigante!... 
—¡Completa tu plan! 
—Una vez muerto don Leopoldo Mairena, echaré al 
án las demás iglesias; esta será la señal qu 
amento francés. Sin perder un 
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vuelo las calm” 
panas, á las que contestar 
llegará con clara elocuencia, al camp: 
segundo, saldré á la calle y difundiré la noticia del asesinato, se 
a confusión entre los defensores de Sevilla, y mientr 
roes que me han librado del terrib 
que me ha desprp 
as serán 
el pánico, 1 ] 
le gro 
pasados á degúello por los hé 
llete que arrastraba en presidio, Aurelia, la mujer 
ciado, estará en m.s brazos y en ellos la. ahogaré. 
El francés se extremeció. 
—;¡Por nada del mundo quisiera ser tu enemigo! —balbuceó. 
—¡No lo sabes bien! —prosiguió Víctor con voz ronca.- 
monstruo, capaz de pulverizar la más alta montaña, si ella me Ce 
el camino trazado por mi voluntad, 
» yA 
- ¡Soy U 
praró
	        
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