he
—A las doce en punto de esta noche y no al amanecer, como así
hecho correr el rumor, las tropas imperiales podrán penetrar en Sevilla
sin ninguna resistencia por parte de sus habitantes, —dijo Victor coM
misterio.
—¿Y la guarnición?
—Es muy poca y se rendirá pronto. .
con el grueso de sus tropas, se dirige á Jerez para auxiliar la isla de
Castaños ha salido esta tarde
León.
-——¿Estás seguro?
—¡Son las siete, á las once, el jefe de la defensa de l» cudad, sera
cadaver!
—¿En la iglesia?
—Sí, en ella me aguarda ya, devorado por los celos.
—¡Eres un genio!
—¡El odio convierte en gigante!...
—¡Completa tu plan!
—Una vez muerto don Leopoldo Mairena, echaré al
án las demás iglesias; esta será la señal qu
amento francés. Sin perder un
mbrand0 +
vuelo las calm”
panas, á las que contestar
llegará con clara elocuencia, al camp:
segundo, saldré á la calle y difundiré la noticia del asesinato, se
a confusión entre los defensores de Sevilla, y mientr
roes que me han librado del terrib
que me ha desprp
as serán
el pánico, 1 ]
le gro
pasados á degúello por los hé
llete que arrastraba en presidio, Aurelia, la mujer
ciado, estará en m.s brazos y en ellos la. ahogaré.
El francés se extremeció.
—;¡Por nada del mundo quisiera ser tu enemigo! —balbuceó.
—¡No lo sabes bien! —prosiguió Víctor con voz ronca.-
monstruo, capaz de pulverizar la más alta montaña, si ella me Ce
el camino trazado por mi voluntad,
» yA
- ¡Soy U
praró