26 LA MÁSCARA ROJA
—Los franceses «e acercan, —dijo con voz sorda, —solo aguardan la
convenida señal que ha de hacerles Víctor, tocando la campana de esta
iglesia, pero primero quiere asesinarnos, y por eso ha escrito una infa
me carta á vuestra esposa, dándola una cita amorosa en el templo, con
el fin de que acudiórais vos... Este es su infernal plan, de acuerdo con un
espía francés llamado Lassus... Y ahora os ruego de que cumpliendo con
vuestro deber como presidente de la Junta de defensa, acudais á vuestro
puesto, yo me quedo aquí, aguardando al renegado; mis guerrilleros
están en el alcázar, dispuesto al pimer aviso, este será la campana y
un cañonazo.
Las facciones de Leopoldo se iluminaron.
—¡Ah, mi esposa es inocente! —exclamó con arrebatadora alegría.—
¡El bandido quiere asesinarme! ¡Los franceses pretenden apoderarse de
la ciudad!... ¡No, primero la muerte!... ¿Que hora?
—;¡Las doce! —contestó Navarro.
Y Leopoldo salió desatinado de la iglesia, corriendo de nuevo hacia la
casa Ayuntamiento, donde se hallaba en reunión permanente la Junta
de defensa.
Ricardo Navarro hizo un 'suscinto relato al padre Gabriel, de cuanto
había visto y oido en la posada de la Estrella.
—Sois un verdadero héroe, —exclamó el sacerdote éstrechando la
mano del guerrillero.
—Ahora yo voy al alcázar, dentro de un momento estaré de vuelta,
son las nueve y media, falta todavía una hora para que se presente el
renegado y es preciso que sea á mi el que halle en la iglesia.
Y salió á su vez de la sacristía.
La capilla de Santa Inés, se hallaba envuelta en la semioscuridad
imponente de la hora y el sagrado recinto.
Sólo en un rincón y próximo al altar, se veía al padre Gabriel, arro”
dillado y en actitud contemplativa.
Sus labios se entreabrían de vez en cuando y en el silencio del tem”
plo, podía oirse este ruego que elevaba á la santa. ]
—¡Haced que triunfen los habitantes de esta ciudad, protegidos por |