28 LA MÁSCARA ROJA
leo hasta el fondo de tu corazón? ¡Vén, dobla tus rodillas ante la divina li
imagen del Salvador del mundo!...¡Pídele perdón del horrendo crimen
que el infierno te ha hecho concebir! ¡Aún estás á tiempo de salvarte!
Un rugido de fiera salió de la garganta de Víctor.
En su mano criminal, brillaba la hoja de una afilada navaja.
Levantó el brazo y quiso clavarla en .el pecho del sacerdote, éste
pudo detener el golpe que lo hubiera convertido en cadaver pero en la
lucha que se entabló cuerpo á cuerpo, los dos rodaron por las gradas
del altar.
El ministro de Dios se convirtió en hombre.
En su humana diestra, brilló el cañón de una pistola.
—¡Ríndete, hereje traidor á la patria!
Una satánica carcajada contestó á la intimación de paz.
El brazo de Victor volvió á levantarse, amenazando hundir el puñal
en el noble pecho del padre Gabriel, pero cayó inerte rodando su cuerpo
hasta las baldosas.
—¡Muere, asesino salido de las profundidades del infierno! - había
gritado una voz sonora, al mismo tiempo que empujaba al sacerdote y
hundia con la rapidez del pensamiento, un cuchillo en el pecho de
Victor.
De las temblorosas manos del cura, se escapó la pistola y de sus
labios esta exclamación:
—¡Bendito seas, Ricardo Navarro! El cielo ha hecho que llegaras á
tiempo para que mis manos, mi pecho y mi conciencia, no se mancha-
ran con sangre homicida.
—;¡Rogad á Dios para que perdone mi acción! - balbuceó conmovido
el guerrillero.
—¡No os acuseis, celestial justiciero!.. ¡Yo tambien había jurado
matarle, era un azote de Satanás y antes lo había consultado con el juez
supremo, el que es juez de los jueces, rey de los reyes, providencia del
desgraciado!
Valentin había llegado á casa de Leopoldo, pesaroso de no haber ha-
llado á éste en ninguna parte.
y
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