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LA MÁSCARA ROJA
—Pero todo eso no serán más que proyectos, —repuso con viveza el
hombre que sostenía este diálogo con el distinguido joven.
—¡Que desgraciadamente se realizarán!
En este momento una multitud desembocaba y corría hacia el alcá-
Obligó á Castaños á mirar al balcón de donde había caído el ramo.
zar, mezclándose sus gritos con los cantos guerreros y ruido de clarines
y tambores. , !
—Hé aquí á nuestros soldados, —dijo el sevillano, —ahora compren-
deréis porque se engalanaba la ciudad.
Entonces á los gritos de ¡viva el general Castaños, viva nuestros
guerrilleros!, se vió venir á la tropa, dando vivas á la independencia y
bien pronto se confundieron con el pueblo, mientras que las flores caían