Full text: Un lazo salvaje (30)

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EL ERMITAÑO Y UN GUERRILLERO 
El general Soult entretanto había salido de Llerena con su escolta á 
"ecorrer los inmediatos poblados y llegaba á Burguillos, deseoso de sa- 
6r el paradero del convoy que éustodiaba el coronel Tirol. 
En el momento que fray Gorgonio salía de la quinta de Hernández 
Parra para dirigirse á su ermita de Santiago, vió ante sí á unos jinetes 
que le intimaron á que se detuviera, 
Era Soult y su escolta. 
El general se había fijado en aquella hermosa quinta y quiso descan- 
Sar un día en aquel delicioso refugio. 
TiSois el dueño de esta casa? —preguntó uno de los oficiales al bon- 
dadoso ermitaño. 
—Sí, —contestó algo turbado. 
—Vais pues á tener la alta honra de preparar una habitación para 
Buestro general. 
¡Núzgueso de la sorpresa de fray Gorgoniol 
e protestar diciendo que tenía una hermana enferma, pero el 
, Sin decir una palabra más, se apeó, penetrando con los soldados 
“la escolta en la finca. y 
0 hubo pues medio humano de evitar semejante humillación y ele- 
0 Sus ojos al cielo, rogó al Todo poderoso diera fuerzas á los padres 
U ahijado, para soportar aquella desgracia. 
ecordó las palabras que acababa de oír de Elisa. 
lla había dicho que sentía en su corazón el frío de próxima catás- 
y he aquí que esta se preparaba amenazadora, cruel. 
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