LA MÁSCARA ROJA 15
— p
ues bien, una vez que lo queréis, —repuso Erminia, tomando una
Atitud encantadora. ¡Escuchadme!... Tenía yo un esposo á quien ado
V "aba y de quien era correspondida; vivíamos en este cortijo, nido de
ñ ¡ Mestros amores, esperanza de: nuestra eterna felicidad. Empero llegó
ñ Un día fatal y un hombre en extremo cobarde y malvado, dió muerte
| Wraidoramente á mi esposo y desde aquel día juré vengarle y aún no lo
9 cumplido
, —Pero ¿quién es ese hombre? ¡Decídmelo por piedad! —dijo el fran
Ss, levantándose y acercándose á Erminia.
o —T¿Queréis saberlo? —exclamó esta última cogiendo extremecida una
Mano de Herculano.—Pues bien, ese hombre es... vuestro general,
T—¿Marmont?—preguntó el capitán sorprendido por esta revelación.
—SÍ, el general Marmont, á quien todos los tormentos imaginarios
Serían pocos para que pagara su crimen y lo mucho queá mi me ba
hecho sufrir.
. ¡Ah, ojalá que yo hubiera podido inspirarle amor, como
A vos
para poderme reir y burlar de su pasión, y ya que esto no es
V Posible
» ¿comprendéis por qué deseo encontrar á un hombre que me ame
4 “on de
lirio?
El capitán parecía una estatua.
4 Erminia añadió, lanzando miradas llenas de pasión:
TiPues á ese hombre le daré mi corazón y mi vida; seré su esclava!
710s juro, — contestó Herzulano con acento sombrio,—que el gene-
tal morirá]
bo tonces, —dijo Erminia levantándose y acercando su hermosa
v2a al capitán, como si quisiera hablarle al oído,—seré vuestra
Sosa,
Herculano besó la mano de la joven y salió de la habitación embria-
1 e con el perfume que aquellos cabellos habían dejadó en su cara y
“9Tnado por el encanto que rodeaba á mujer tan hermosa.
7 dijo Erminia mirando la puerta por donde había salido el
Y “N.—Nada le ha dicho á este malvado, su corazón y capaz eres de
Atar
4 tu general... después sabré librarme de tu amor.
Viejo Malaquias que había estado durante el tiempo que duró esta
"ovista,, de
centinela en el corredor, acompañó al capitán hasta la